6 dic 11

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de nuestro puño y letra
«Mi verdadera madre»
por Carlos Rey

«Poco a poco [Antonio Carrera] había ido perdiendo todas sus riquezas. Lo habían orillado a tal situación dos vicios fatales: el juego y la bebida.... Sólo la muerte podía salvarlo de la vergüenza e infamia.... No soportaba seguir viviendo cerca de aquella terrible mujer que no lo dejaba en paz y le exigía constantemente dinero para dar de comer a sus hijos: dos niñas y dos niños. ¡Y para colmo, otro hijo por nacer! Eso lo llevó a tomar la fatal decisión....

»... Se dirigió a la farmacia que quedaba cerca y compró arsénico, diciendo que era para las ratas....

»—¿Qué hiciste, Antonio? ¿Qué hiciste, desgraciado? ¿Y ahora qué voy a hacer con cuatro hijos y otro por venir? ¡Condenado! ¿Qué hiciste? —clamaba... la desconsolada esposa....

»Aquel embarazo tan fuera de lugar y tiempo acrecentaba su cólera.... “¡Ojalá y sea un varón! —se repetía una y otra vez—. No quiero otra mujer; con las dos que tengo basta....”

»Por fin nací una tarde de lluvia, el 16 de septiembre de 1929, un mes después de la muerte de mi padre.... Mi madre ya no quería tenerme dentro, y yo, a mi vez, tenía prisa por alejarme de aquel recinto fatal.... Cuando llegó el doctor Lizardo Estrada, yo ya había nacido... y mi madre yacía exhausta, fría e indiferente.

»—¡Otra mujer! —había sido su única exclamación, cerrando los ojos, negándose a verme.

»... Si Antonio no había querido ver a la hija que acababa de nacer, ¿por qué iba a querer verla ella? Cuando [su hermana] Leonor le acercó la criatura, Josefina no pudo evitar un gesto de rechazo.

»De todas formas, tenía que amamantarme. Al fin y al cabo era su hija. Pero no me podía soportar. Su marido se había suicidado, en gran parte, por mi causa....

»Los primeros seis meses de mi vida debieron ser terriblemente difíciles tanto para mi madre como para mí. El justificado rechazo que ella sentía la hacía dejarme en la cuna, en el cuarto contiguo al suyo, llorando sin parar.... No había quien se ocupara de mí....

»Por aquella época llegó como empleada María López, quien se transformaría, de inmediato, en mi nana. Era originaria de Mixco y había venido a la capital poco después de haber perdido a toda su familia en una peste de cólera.... La peste se había llevado a una hermanita suya, también de seis meses, a quien cuidaba como si fuera su madre. En cuanto me vio, sintió que revivía en ella el amor por su hermanita. Desde ese momento no se separó de mí....

»María me cuidaba con esmero y me daba el amor que mi madre no podía.... [Yo], en verdad, [sentía] que [mi] verdadera madre era [mi] nana.»1

Felizmente, con estas tristes Memorias de su nacimiento e infancia, la talentosa escritora guatemalteca Margarita Carrera, en su obra titulada Sumario del recuerdo, nos hace recordar que Dios no sólo es Padre sino también Madre de quienes necesitan de tal cuidado paterno y materno. «¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!» —dice el Señor por medio del profeta Isaías—..... Ustedes serán amamantados, llevados en... brazos [y] mecidos.... Como madre que consuela a su hijo, así yo los consolaré a ustedes.»2


1 Margarita Carrera, Sumario del recuerdo: Memorias (1929-1981) (Ciudad de Guatemala: Fondo de Cultura Económica, 2006), pp. 9-24.
2 Is 49:8,15; 66:12,13