11 nov 04

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El riñón en vez del corazón
por el Hermano Pablo

Fueron dieciocho años de verdadero tormento. Su matrimonio nunca marchó bien. Todo era peleas continuas, desamor del marido, abandono, infidelidad. Al fin Patty Bonjean, de Bruselas, Bélgica, pidió el divorcio de su esposo Robert, y el juez se lo concedió.

El fallo favoreció a Patty con el Mercedes Benz del matrimonio, la hermosa casa en que habitaban, dinero suficiente, y algo muy extraño: un riñón del marido. Patty tenía un riñón muy dañado, y necesitaba con urgencia un trasplante. Parte del arreglo del divorcio era que el marido le diera un riñón de él. «Ya que nunca me dio su corazón —dijo Patty—, que por lo menos me dé su riñón.»

He aquí otro matrimonio fracasado, cuyas causas son las de siempre: desamor, abandono, infidelidad, maltrato. En el matrimonio Bonjean las circunstancias se agravaron cuando Patty enfermó de un riñón. El marido no quiso estar más junto a una enferma.

¿Qué es lo que más desea toda esposa? Amor, cariño, lealtad y, quizá más que todo, comprensión, la de quien más lo necesita, de su marido. Estos son sentimientos que sólo pueden brotar del corazón. La casa nueva, el auto Mercedes Benz, abundante dinero en el banco, y hasta un riñón, son elementos buenos, pero ninguno toma el lugar del amor. No deja de ser verdadero el viejo adagio que dice: «Contigo, pan y cebollas.» Si en la casa no hay más que pan y cebollas, pero hay amor, lo demás es de importancia secundaria.

Para amar sin reserva, tanto el marido como la esposa tienen que decidir poner en práctica las acciones que producen ese amor: fidelidad absoluta, expresiones de cariño, gestos de bondad, comprensión y aceptación del modo de ser del cónyuge. Estas no son emociones sino acciones. No son el producto de una emoción mística que llamamos «amor» sino el resultado de lo que hacemos.

Junto con lo que hacemos, debemos también invocar la presencia de Dios en el hogar. Él le dio comienzo al matrimonio, y difícilmente habrá paz en un matrimonio donde Él no se encuentre.

Los esposos que estén distanciados deben acudir a Cristo y buscar con su ayuda la reconciliación completa. Entonces el amor puro y verdadero brotará como agua de manantial.