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«Si eres hombre, tienes que tomar como hombre», dijo Tomás Jiménez. Y le alcanzó a su compañero una copa llena de coñac. El compañero lo tomó, haciendo gestos de desagrado y visible repugnancia. Al rato, Tomás volvió a insistir: «Tómate otra copa. Si eres hombre, debes aprender a beber.» Y entre las risas de Tomás y los gestos y visajes del otro, no quedó nada de la segunda copa. Cuatro veces en el lapso de una hora, y a instancias de Tomás, pasó lo mismo, hasta que el compañero cayó al suelo, víctima de convulsiones. ¿Quién era el compañero? Un niño de cinco años de edad, hijo de la amante de Jiménez. El niño murió a los dos días en un hospital de Texas. «Es el peor caso de insensatez que he conocido», dijo Mark Bigler, sargento de policía. El alcohol es dañino para todo el mundo, pero para organismos jóvenes, como son los de un niño o un adolescente, es veneno que puede ser mortal. Hacer beber alcohol a un niño, sólo por diversión, o por la estúpida razón de que tiene que hacerse hombre, es sencillamente criminal. Hay padres que enseñan a sus hijos adolescentes a fumar y a beber. «Tiene que hacerse hombre», les dicen éstos a las madres, que por lo general tienen aprensión natural a estos vicios. Otros individuos llevan a sus hijos a los clubes nocturnos para que conozcan a mujeres, porque, dicen ellos: «Para hacerse hombre hay que conocer a la mujer.» Estas son de las peores manifestaciones de machismo ignorante que se pueden concebir. Hacerse hombre —hombre cabal, íntegro, recto y noble— es no ceder a los vicios y a las pasiones de la naturaleza pecaminosa. Por cierto, es controlarlos, dominarlos y vencerlos. Cuando un hombre se emborracha, no se hace más hombre sino que rebaja, envilece, desmerece y degrada su condición de hombre. No es hombre cabal y verdadero el que voluntariamente cede el control, pierde la mente y anula todo sentido moral. Sólo sometiéndonos al señorío de Jesucristo, haciendo de Él el Señor absoluto de nuestra vida, estaremos libres de aberraciones, anomalías, desvíos y vilezas. Sólo así llevaremos una vida sana y seremos dignos de que se nos llame «hombres». |