|
|||||||
La joven de dieciséis años logró ocultar su embarazo de la vista de padres, amigos y maestros. Lo hizo con tanta maestría que dio a luz a su bebé sin que nadie lo supiera, cuando se encontraba sola en su casa. Acto seguido, cortó el cordón umbilical, tomó a la criatura en sus manos y procedió a apretarle el cuello. Luego la envolvió en plástico y la arrojó al tarro de la basura. El joven puso su Chevrolet Camaro en marcha y, con tres amigos más en el auto, salió a todo escape. Iba a comprar más cerveza para que siguiera la fiesta. En el camino chocó contra un poste. Su mejor amigo salió volando por el parabrisas y se partió la cabeza contra un árbol. Otro de sus amigos se quebró el cuello y quedó paralizado de por vida. Lo que tienen en común esos jóvenes, Graciela y Agustín, de Los Ángeles, California, es que ofrecieron la misma explicación para lo que pasó: «No sabía lo que hacía.» Decir que no saben lo que están haciendo es una de las excusas más comunes entre los jóvenes. Las adolescentes saben todo lo necesario con respecto a maquillaje, peinado y deportes; pero dicen que no saben que el sexo libre tiene como consecuencia fatal el embarazo. Los jóvenes saben todo lo que hay que saber con respecto a autos, motores, velocidades y rendimientos; pero dicen que no saben que menos de un gramo de alcohol en las venas perturba las facultades mentales. Los jueces y los jurados, personas adultas, tienden a ser benevolentes con los jóvenes. «No saben lo que hacen», dicen ellos. Y les imponen la pena mínima que establecen las leyes. Las chicas vuelven a quedar embarazadas dentro del año, y los muchachos vuelven a destrozar otro auto a los seis meses. Y todo esto para volver a decir: «No sabía lo que hacía.» Lo cierto es que muchos de nuestros jóvenes carecen en absoluto de disciplina y de responsabilidad moral. Por lo tanto, el problema no radica en que no saben lo que hacen sino en que no les importa. No les importa el dolor que les causan a sus padres. No les importa la imagen que están exhibiendo. No les importan las consecuencias de sus acciones. No les importa su propia vida. ¿Qué es lo que cada joven necesita? Temer a Dios. Necesita al Maestro supremo y absoluto de su existencia. Necesita permitir que Cristo sea el Señor de su vida. Porque todos, sin excepción, necesitamos a Dios. |