10 oct 05

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Tres millones de oraciones
por el Hermano Pablo

La vida entró en un eclipse siniestro para Craig Shergold, niño inglés de once años de edad. Un tumor había aparecido en su cerebro. Comenzó entonces la odisea por la que pasan muchos enfermos: análisis continuos, terapias intensivas, internaciones periódicas en el hospital y esperanzas que brotan en la mañana para morir en la tarde.

Cuando se publicó su caso, comenzaron a lloverle cartas. Cartas con palabras de aliento, de simpatía y de promesas de oración. Cartas que en un momento llegaron a más de tres millones trescientos mil, y tantas oraciones produjeron su efecto. Craig Shergold tuvo una reacción formidable. Quedó fuera de peligro. «Dios tenía que contestar más de tres millones de oraciones», concluyó su madre Marion.

Hoy en día la gente hace poco caso de la oración. A muchos les parece, a lo sumo, una confesión de debilidad, y más probablemente algo completamente inútil. No creen que hay un Dios Todopoderoso que tiene interés en los seres humanos, y no creen que unas pocas palabras que parten de un corazón angustiado pueden recibir respuesta.

Sin embargo, la oración sigue siendo una fuerza poderosa aunque inexplicable. Por cierto, la oración es la única fuerza espiritual que puede usar el ser humano. Dios ciertamente contesta tres y aun más millones de oraciones. Pero también, y esto es lo maravilloso, Dios contesta una sola oración.

Jesucristo dijo: «Tengan fe en Dios.... Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán» (Marcos 11:22,24). Cuando el hombre se siente sano, fuerte y dueño de la vida, no piensa en buscar a Dios. Pero cuando a ese mismo hombre lo golpea el infortunio, dobla entonces las rodillas, aun sin quererlo. Y Dios, que es mucho más noble, más bueno, más misericordioso y más comprensivo que el hombre, se apiada del pobre ser angustiado y lo socorre.

No es necesario sufrir una desgracia para comenzar la práctica de la oración. Ésta debiera ser la primera expresión de cada día, y la más sublime actividad de la vida. Es cuando el hombre habla con Dios que de veras llega a ser el ser superior de la creación.