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«Ese partido de 1982 yo lo tengo grabado todo y lo sigo viendo», dice Gastón Castro, árbitro chileno que intervino en la Copa Mundial de Fútbol en España aquel año.1 El partido al que se refiere se jugó el 24 de junio en la cancha de La Romareda en Zaragoza. Honduras necesitaba al menos un empate para poder avanzar a la siguiente ronda. En cambio, Yugoslavia tenía que ganar para aspirar siquiera a calificar, de modo que atacó con todo, obligando al cuadro hondureño a defenderse a capa y espada, y a buscar el contragolpe. Así transcurrieron los primeros ochenta y ocho minutos reglamentarios, sin que ninguna de las dos escuadras lograra vencer la valla contraria. Pero a escasos dos minutos del pitazo final, cuando ya toda Honduras celebraba el triunfo que representaba el empate, el yugoslavo Sestic entró al área rival con balón dominado, el defensor Villegas salió a su encuentro, y el choque que se produjo entre los dos provocó que el atacante cayera al suelo y que el árbitro, que estaba muy cerca de la acción, decretara el penal. Los hondureños le protestaron enérgicamente la decisión al chileno, pero fue en vano. Petrovic cobró la falta, Yugoslavia se fue adelante en el marcador, y Honduras quedó fuera del Mundial.2 Veintisiete años después, Zona Deportiva del diario El Heraldo de Tegucigalpa entrevista al juez de aquel partido y le da la oportunidad de expresarse al respecto.
Menos mal que lo que nos queda a nosotros de todo esto es algo positivo: seguir el ejemplo del juez y el del equipo penalizado, que no dejaron que aquella experiencia imborrable marcara su futuro de manera negativa ni permanente, sino que le sacaron provecho, superándose cada cual con el tiempo. Pues el ingeniero Gastón Castro llegó a ser el presidente de los árbitros chilenos, y la selección de Honduras se volvió a levantar y aprovechó una nueva oportunidad para calificar por segunda vez a un Mundial, el de la «Tierra Prometida» de Sudáfrica 2010. Y así también nosotros podemos pedirle a Dios que nos dé la oportunidad de superar nuestro pasado, y confiar en que Él lo hará al igual que lo hizo en la vida de Moisés, que llegó a ser el libertador de su pueblo Israel y lo llevó hasta la Tierra Prometida de Palestina. |
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