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El amigo dudoso nunca te ha visto llorar; Estos versos compuestos por un autor desconocido traen a la memoria varios refranes afines. Algunos definen al amigo seguro; otros califican al dudoso. Tal vez el más conocido de los que hacen distinción entre la amistad sincera y la fingida sea el refrán que dice: «Amigo en la adversidad es amigo de verdad.» Los refranes sinónimos: «El buen amigo, en bien y en mal está contigo»; y: «El amigo leal, más que en el bien te acompaña en el mal» nos recuerdan el voto nupcial «para bien o para mal» y, por consiguiente, que se espera que quienes se casan sean siempre muy buenos amigos. Y en la misma tónica Fray Alonso Remón, escritor español del siglo diecisiete, interpretó así uno de los Proverbios de Salomón: «No es mal ajeno el mal de tu amigo.»1 ¡Qué bueno es disfrutar de amigos seguros! Pero ¿qué de los dudosos? El siguiente refrán los contempla: «Aunque Cristo para amigos los escogió, uno de los doce lo vendió, otro lo negó y otro no le creyó.»2 En realidad ¿qué nos enseña ese rememorado caso? Que es posible que algunos amigos nos abandonen y hasta nos traicionen, como Judas Iscariote, pero que también es posible reconciliarnos con ellos después de una caída. Pues a Pedro, que lo negó, y a Tomás, que dudó de Él, Cristo les dijo que «nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos»,3 y en menos de veinticuatro horas la dio por ellos. Y esos dos amigos íntimos suyos se reconciliaron con Él y posteriormente dieron la vida por Él. Hay otro refrán que dice: «Buscando un amigo mi vida pasé; muriendo estoy de viejo, y no lo encontré.»4 A todos los que se identifican con esa triste sentencia, les recomendamos que acepten la amistad que nos ofrece Cristo. Así podrán declarar más bien: «¡En Cristo encontré un seguro amigo de por vida!» |
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