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Esta es la segunda entrega del diario del escritor cubano Luis Bernal Lumpuy, en el que narra su viaje por tierra desde Costa Rica hasta los Estados Unidos en marzo del 2007: «Ayer llegamos a Managua un poco tarde, casi al oscurecer. Me sentía cansado, con hambre y con sueño. Es que el viaje de Costa Rica a Nicaragua demoró algo más de lo normal debido a un largo tiempo que esperamos en la frontera. »No pude contar nada acerca del viaje, ya que el lugar para usar la Internet estaba a dos cuadras de la estación de autobuses de Managua, y esa zona es peligrosa, sobre todo de noche. »Solamente me atreví a ir a una fritanga nica, un tipo de fonda cubana o soda costarricense, para comerme un pedazo de carne, algunos plátanos y un gallo pinto, que es frijoles colorados con arroz. Esa fritanga estaba a cuadra y media. Al arriesgarme a ir allí ya de noche, me acordé del relato bíblico de los cuatro leprosos a la puerta de la ciudad de Samaria, que los sirios tenían sitiada. Es que cuando se tiene hambre, se pierde el miedo. »Después de comer, ya satisfecho, no me atreví a aventurarme más allá. »Esta tarde llegué a San Salvador. No me siento cansado, ni tengo hambre ni sueño, a pesar de haber cruzado dos fronteras, con todos los trámites que eso requiere: la de Nicaragua-Honduras y la de Honduras-El Salvador. Llegamos temprano a este país, y hasta he podido contar historias por conducto del correo electrónico. »Viajar por América Central, aparte de disfrutar de paisajes fabulosos, es una experiencia que enriquece. Pasar por los pueblos y los campos centroamericanos reaviva mis raíces. Al ver las casitas de campo y las finquitas de los campesinos con sus campos de cultivo, con sus vaquitas y sus cabras y sus gallinas, se despierta el campesino que llevo en el alma. »Toda esa campiña centroamericana me recuerda a mis tíos, que eran pobres pero tenían su pedacito de tierra, sus vaquitas y sus gallinitas. Trabajaban mucho, pero eran felices. »Comían parte de la carne que producían, y en sus bohíos servían leche pura, que tomaban en abundancia. Hacían mantequilla con la nata de leche, comían queso y tomaban el desayuno con pan tostado que llevaban del pueblo. Eran pobres, pero no pasaban hambre. »¡Qué lindos son esos recuerdos de mi infancia!»1 ¡Y qué bien que los rememora Bernal Lumpuy! Junto con el recuerdo que conserva de sus tíos en la isla de Cuba, «que eran pobres, pero no pasaban hambre», no sólo porque «tenían su pedacito de tierra, sus vaquitas y sus gallinitas», sino también porque «trabajaban mucho», el autor concluye que el trabajo pesado y la miseria no van necesariamente de la mano. Podemos ser felices hasta con el mucho trabajo. Lo cierto es que el sabio Salomón estaba totalmente de acuerdo. En los siguientes proverbios respalda las reflexiones de nuestro escritor cubano: «El que trabaja la tierra tendrá abundante comida».2 «Hay quien pretende ser rico, y no tiene nada; hay quien parece ser pobre, y todo lo tiene.»3 |
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