7 abr 2020

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de nuestro puño y letra
Recetas antiguas para enfermedades de todo tipo
por Carlos Rey

(Día Internacional de la Salud)

«En lo más alto del altar mayor [de la antigua Parroquia Mayor de Santiago de los Caballeros], sirviendo de cuña a una columna de madera, encontramos un curioso libro, editado en Madrid, España, en 1829.... Se trata del tomo II de Farmacopea Universal, o Reunión Comparativa de las Farmacopeas de Amsterdam... Dublín, Edimburgo... Ginebra, Londres... Americana, Austriaca... Bélgica, Danesa, Española, Finlándica, Francesa... Polaca, Portuguesa, Prusiana, Rusa, Sajona... [y] Sueca....escrito por “A. J. L. Jourdan, Doctor en Medicina [y] Caballero de la Legión de Honor...”»1

Así relata el historiador dominicano Carlos Dobal, en su obra Antigüedades, arte y tradición en Santiago de los Caballeros, el hallazgo que hizo de aquel libro en agosto de 1972.

«Fue muy consultado para recetar, pues algunas enfermedades y remedios para ellas aparecen marcadas —continúa narrando Dobal—... Las enfermedades subrayadas... son éstas: tisis, hidropesías, sífilis, artritis, parálisis, epilepsia, atrofia de nervios, histerismo, calenturas, vómitos, cólicos, hemorroides, úlceras, nefritis, sordera, lombrices y piojos, escrófulas y fístulas. Algunas enfermedades tenían curiosos nombres como la manía y el baile de San Vito...»2

Entre los remedios que recomienda, hay una receta para curar la artritis con una esencia que incluye lombrices de tierra, alcohol, castoreo y azafrán; hay otra receta para curar la sordera con un «aceite acústico» que incluye cebollas picadas, mil pies vivos, hiel de vaca, aceite de almendras amargas, y aceite esencial de ruda, de mejorana y de romero; y hay otra receta para curar la parálisis que indica que se tomen «hormigas ya solas o por medio de unos palos untados con miel, o ya en el mes de mayo o junio con sus crisálidas impropiamente llamadas huevos, que son blancos y cilíndricos», y que se usen «algunas veces en forma de cataplasma, y otras también metiendo los miembros paralíticos en una porción de estos insectos».3

¡De ahí que Dobal concluya que tal parece que «nuestros abuelos santiaguenses, la mayoría de las veces, padecían más por el remedio que les daban que por la enfermedad que padecían»!4

Gracias a Dios, si bien en el transcurso de los siglos ha habido muchas recetas fraudulentas para la sanidad del cuerpo, a pesar de lo mucho que confiaban en ellas quienes las seguían al pie de la letra, hay una receta eficaz para la sanidad del alma en la que podemos tener plena confianza. Se trata de la siguiente receta de San Pablo a los romanos, que dice así: «Que si confiesas con tu boca que [Jesucristo] es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo. Así dice la Escritura: “Todo el que confíe en él no será jamás defraudado”.... porque “todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”.»5


1 Carlos Dobal, Antigüedades, arte y tradición en Santiago de los Caballeros (Santo Domingo, Universidad Católica Madre y Maestra, 1977), pp. 115‑16
2 Ibíd., pp. 116-17.
3 Ibíd., pp. 117-18.
4 Ibíd., p. 119.
5 Ro 10:9-11,13