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Cuentan que los discípulos de un rabino muy sabio, perturbados por la existencia de tanta maldad en el mundo, le preguntaron a su maestro cómo podían acabar con el oscurantismo. —Bajen al sótano —les dijo el rabino— y traten de barrer la oscuridad con una escoba. Extrañados, los discípulos obedecieron, pero todo siguió oscuro. Así que el rabino les dijo: —Consigan palos y úsenlos como armas para ahuyentar a la oscuridad. Los jóvenes, sumisos, siguieron otra vez el consejo de su maestro, pero ese método tampoco les dio resultado. Entonces el rabino sugirió: —Si así no sale la oscuridad, griten y traten de espantarla dando alaridos. Pero con eso tampoco lograron nada. Por último el rabino les aconsejó: —¿Por qué no enciende cada uno una vela, y entra con ella en el sótano a ver qué pasa? Tan pronto como el primero de ellos entró en el sótano con su vela encendida, comenzó a disiparse la oscuridad. No podía competir con la luz, por más pequeña que fuera. Así como aquellos discípulos del sabio rabino, algunos tratan de barrer la oscuridad de su vida con las escobas de los buenos deseos y de las buenas obras. Tienen las mejores intenciones, pero no obtienen los resultados deseados. Otros, a fin de ahuyentar la oscuridad, usan como armas los palos de las penitencias, martirizándose en busca de alivio. Pero eso no los deja más que frustrados y maltratados. Y aun otros dan alaridos, protestando constantemente contra el mal. Con eso se desahogan un poco, pero no les trae sino una satisfacción momentánea. Es que las tinieblas del pecado de este mundo malvado se disipan de una sola manera: abriendo de par en par las puertas del corazón para que entre a raudales la radiante luz de Jesucristo. Por eso dijo Jesús: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida».1 La buena noticia que nos da Jesucristo es que si nos hacemos seguidores suyos, de ahí en adelante no tendremos que volver jamás a andar a tientas en la oscuridad de nuestra vida pecaminosa. Porque Cristo, una vez que le demos la oportunidad de comenzar a alumbrar nuestra vida, hará que desaparezca por completo toda sombra de pecado. |
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