12 ago 2004

Un matrimonio, no una maravilla

por el Hermano Pablo

Todo fue maravilloso para Érica Rieder, de Berna, Suiza, desde que comenzó su noviazgo con Helmuth Gloger. Fueron maravillosos los regalos que recibió de su novio, maravillosos los paseos a los lagos y las veladas familiares a la antigua usanza. Fue maravilloso el compromiso y maravillosa la ceremonia de bodas.

Fue maravillosa también, según sus propias palabras, la luna de miel de quince días en un barco por el mar Báltico. Pero cuando regresó a la casa y empezó la vida matrimonial, ésta dejó de ser maravillosa para ella. Y al no poder soportar la idea de ser ama de casa toda su vida, Érica se suicidó.

Este es un caso extraño, aunque no del todo. Érica representa a las jóvenes modernas. Les gustan las fiestas, los bailes y los noviazgos. Les encantan los regalos, los galanteos, las flores y los perfumes. Sueñan con el compromiso, fijar la fecha de la boda y mostrar el anillo a sus amigas envidiosas.

Las emocionan los preparativos para la boda, las invitaciones de casamiento, el contrato de la comida y el pastel de bodas. Les parece maravilloso el traje de novia, la ceremonia hecha por el clérigo y la luna de miel. Todo es maravilloso ...

Pero el matrimonio no. La larga vida que empieza después de la luna de miel, y que incluye lavar, planchar, cocinar, limpiar, dar a luz hijos, cuidar del marido y los niños, y hacer vida de esposa y madre, eso ya no es maravilloso. A esa conclusión llegó Érica, que al final de una maravillosa luna de miel, como pocas muchachas pueden darse el lujo de tener, se bebió una dosis de somnífero para despertar en la eternidad.

Sólo mediante la fe en Jesucristo y la obediencia a sus eternas leyes morales se puede adquirir un sentido cabal y completo de lo que es la vida humana, una vida con sus placeres y sus deberes, sus privilegios y sus responsabilidades, sus libertades y sus restricciones. Sólo cuando Cristo es el Señor y el Maestro de la vida de ambos, puede una pareja ser feliz eternamente.

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