31 ago 2004

Reunión fatal

por el Hermano Pablo

Wilhelm Serra conducía su auto velozmente. Iba a reunirse con su esposa Margarethe, de la cual se había separado dos años atrás. La separación había sido dolorosa, y ambos querían vivir juntos otra vez.

Margarethe también conducía a gran velocidad. Al igual que Wilhelm, ella sentía que la separación había sido terrible. Ahora iban a reiniciar su vida juntos, tras cuarenta y tres años de matrimonio y dos de separación. Iba feliz, ansiosa de que llegara el momento del encuentro.

El encuentro se realizó, pero en medio de una carretera solitaria de Warenholz, Alemania Occidental, cuando chocaron de frente en un terrible accidente automovilístico. Wilhelm tenía sesenta y nueve años; Margarethe, sesenta y cinco.

La separación había terminado y la reunión se había producido, pero en forma trágica. Aun así, no dejaba de ser una reunión.

He aquí otro caso para agregar a la larga lista de historias de matrimonios. Después de haber vivido cuarenta y tres años juntos y de haber procreado dos hijos, se habían divorciado. Pero el viejo amor había revivido y a los dos años de separación habían decidido casarse de nuevo y terminar la vida unidos. Con ese pensamiento habían comprado una casa nueva, y era allí adonde se dirigían velozmente cuando ocurrió el accidente.

Las decisiones que se toman en el calor de una discusión violenta pueden causar grandes tragedias. ¡Cuántos problemas nos acarreamos cuando por orgullo y egoísmo actuamos precipitadamente! Es evidente que Wilhelm y Margarethe no debieron haberse divorciado.

No va a sucederles necesariamente lo mismo a todos lo que toman una decisión en un momento de ira. Pero siempre habrá repercusiones. Nunca sale nada bueno de una resolución tomada en el furor de una tormenta.

Supliquémosle a Dios que Él sea el Señor de nuestra vida y que nos ayude a nunca tomar una decisión sin la seguridad de que Él la aprueba. Sólo así evitaremos sufrir las consecuencias de un conflicto sin sentido .

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