Era un plan de tres, perfectamente estudiado. Brian quedaría en la puerta, atisbando a la policía. Martín abriría la ventana del banco. Y Donaldo entraría a las oficinas, y con su arte, abriría la caja fuerte. Fue así como los tres jóvenes de Londres se dispusieron a robar.
Pero el plan falló. Brian, para no ser identificado por los gruesos lentes que debía usar porque era muy corto de vista, se los quitó. Y porque se los quitó, no distinguió que esos tres hombres que venían por la vereda eran tres policías. Los tres jóvenes fueron a parar en la cárcel, todo porque el encargado de vigilar era muy corto de vista.
He aquí un caso que se presta para serias reflexiones. Ser corto de vista tiene sus inconvenientes. Pero la miopía puede corregirse con lentes de aumento. Y si a uno no le da por quitarse los lentes el día mismo en que decide asaltar un banco, puede pasar por la vida sin mayores problemas.
Lo que es realmente malo, terrible y destructivo es la miopía moral. Se trata de la miopía que sufren muchas personas, aun las que se hacen pasar por dignas y decentes. La miopía espiritual y moral ataca especialmente a los hombres formales, los que ya han hecho una carrera en la vida, formado una familia, levantado una empresa. Es cuando debieran mostrar más madurez, más aguda y clara visión moral, que caen víctimas de su miopía y cometen el desfalco o el adulterio que los arruina. Tal parece que los años les traen debilitamiento de la vista física y de la visión moral.
El apóstol Pedro, hablando de los que no adquieren sabiduría con los años y la experiencia que éstos traen, dice que el que no tiene estas cualidades «es tan corto de vista que ya ni ve, y se olvida de que ha sido limpiado de sus antiguos pecados» (2 Pedro 1:9). ¿Cuándo hemos de despertar al hecho de que nuestros pecados, con seguridad absoluta, testificarán algún día contra nosotros y nos condenarán? No podemos evitar indefinidamente sufrir las consecuencias de nuestra ceguera.
Pidámosle a Dios que nos perdone todas las faltas que jamás hayamos cometido y que nos dé la fuerza moral y espiritual para ser las personas fuertes que le son a Él una honra.