Fueron veintisiete horas de angustia. Veintisiete horas agarrado a una boya en las frías aguas del Atlántico norte. Veintisiete horas soportando el frío, el hambre, el cansancio, y el congelamiento lento de los pies y de las piernas.
Durante esas veintisiete horas Robert Curtis, un pescador de Maine, fue cortando con sus dedos y sus dientes trozos de sus botas de goma. Esos trozos los fue quemando, a razón de uno cada dos horas, con su pequeño encendedor de butano. Así pudo mantener un poco el calor. Fueron veintisiete horas en que se aferró a una última esperanza, la de ser visto por un guardacostas, y en que se mantuvo orando sin cesar.
«Sin mi encendedor y sin la oración —manifestó Robert— nunca hubiera sobrevivido.»
He aquí una historia sencilla que parece intrascendente pero que tiene dimensiones de épica. Un pescador ve hundirse su pequeña barca en las frías aguas del océano. El hombre nada desesperadamente hasta una boya cercana. Sólo ha logrado salvar su ropa, sus botas de goma y su encendedor.
Con esos magros elementos salvará su vida. Pero también tiene un recurso intangible, algo que es ánimo y fuerza y apoyo: tiene fe en Dios y tiene el recurso de la oración. Y así este hombre de veinticinco años salva su vida.
Un poco de fuego y el recurso de la oración. Eso puede salvar del desastre nuestro matrimonio, si es que se está hundiendo. Un poco del fuego del primer amor, que puede avivarse, y la oración y la fe en Cristo, que puede intervenir oportunamente, y nuestro matrimonio no naufragará sino que saldrá airoso a puerto seguro.
Lo mismo podría decirse de la vida personal o de cualquier otra situación humana. El fuego del amor y el fuego de la fe, más la oración a Cristo, y las tormentas pasan, los peligros aminoran y el naufragio y la derrota se alejan.
Cristo está siempre a nuestro lado, invisible pero soberano y poderoso. Podemos clamar a Él en todo momento, en toda circunstancia. Cristo siempre salva, y lo hace oportunamente. Ya sea nuestro matrimonio o nuestra familia, o seamos nosotros mismos los que lo necesitamos, Cristo siempre salva.