Anorexia universal

19 may 2010

No es tan famoso como el diario de Ana Frank, pero es igual de dramático. El penúltimo apunte lleva fecha de mayo 1989, y dice: «Me siento como un zombi. No puedo hablar claro. Mi cuerpo no da más.» La última anotación lleva fecha de febrero 1990, y dice: «Estoy asustada. No puedo detener mi modo de vida. Mi anorexia me está matando. Todo lo que puedo hacer es gritar: “¡Sálvenme! ¡sálvenme!”»

Estas anotaciones fueron encontradas en el diario de Kate Dunbar, una hermosa señorita que murió de anorexia nerviosa el día 2 de enero de 1991.

Todo comenzó cuando quiso adelgazar y dejó de comer lo que debía. Cuando se dio cuenta, ya hasta aborrecía la comida. Murió a los veintidós años de edad, pesando sólo veinte kilos.

La anorexia nerviosa es una enfermedad típica de las jóvenes modernas que dejan de comer para, como dicen ellas, «conservar la línea». Anorexia viene de dos palabras griegas: a, que significa «sin», y orexia, que significa algo como «anhelo». Es decir, sin anhelo, sin ganas.

Eso es exactamente lo que ocurre en este mundo moderno en que vivimos. Nos estamos muriendo de anorexia espiritual. Hemos procurado obtener todos los bienes materiales posibles, y hemos buscado satisfacer todos los deseos de la naturaleza pecaminosa, pero hemos dejado de buscar lo espiritual. El resultado es una asombrosa pérdida de vigor moral, una horrible anemia espiritual.

A fines del siglo dieciocho comenzó la revolución industrial con el desarrollo del maquinismo y el sistema capitalista. A fines del siglo diecinueve aparecieron las ideas del marxismo y la psicología de Freud. El siglo veinte vio el surgimiento de los poderes totalitarios y el progreso de las comunicaciones.

Junto con esto, hemos visto el nacimiento de la drogadicción y su secuela, el narcotráfico. Y en 1980 se presentó en escena un personaje horrible, el SIDA, que amenaza acabar con toda la humanidad.

¿Qué es lo que sucede? El alma del hombre moderno sufre anorexia. No tiene hambre de Dios. Ha perdido la fe. Ahora es el tiempo de hacer de Cristo el Señor de nuestra vida. Sólo así encontraremos el secreto de la verdadera salud espiritual. No hay nadie que tenga que morir de anorexia.

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