En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos:
«Tengo una hija de veintiséis años, estudiante de tercer año de universidad, que desea casarse con el novio de veinticinco años, graduado con licenciatura y con empleo no estable. Él dice que le va a dar estudio y todo a ella. Yo le digo que avance un poco más en su carrera, y que luego se case para el bienestar de ellos y de sus futuros hijos.
»Nosotros somos una familia de seis, y vivimos en un lugar pequeñito. Siento que ella está huyendo de la pobreza y del espacio reducido. ¿Qué hago?»
Este es el consejo que le dio mi esposa:
«Estimada amiga:
»Toda madre desea lo mejor para sus hijos, y claro que a usted la preocupa esta situación porque ama a su hija y quiere lo mejor para ella. Pero la manera como usted expresa su opinión bien pudiera hacer que su hija siga con el plan del matrimonio, ya sea que le convenga o no.
»Su hija es adulta. Es obvio que tiene la inteligencia como para haber cursado hasta el tercer año de universidad. Sin embargo, la manera como usted le da consejos pudiera hacer que ella piense que la está tratando como una niña. Si ella piensa que usted no la respeta como una adulta capaz de tomar sus propias decisiones, entonces tal vez esté tratando de salir de la casa, no por el espacio reducido sino por la presión que usted ejerce para que ella haga las cosas como usted prefiere.
»Usted dice que el novio de su hija ya es licenciado. ¿Acaso hay alguna madre que no quisiera que su hija se casara con un hombre con tan buenas aspiraciones y disciplina personal? Usted califica de inestable el empleo que él tiene, y sin embargo la mayoría de los empleos de los recién egresados de la universidad bien pudieran ser considerados así. Estamos totalmente de acuerdo en que las parejas que tienen planes de casarse deben tener los recursos necesarios para vivir por su cuenta....
»Usted no dice nada acerca de la relación que su hija tiene con el novio. ¿Él la valora y la trata con respeto? ¿Han aprendido los dos cómo comunicarse y aun cómo no estar de acuerdo sin hacerse daño? ¿Tienen en común las mismas metas y prioridades?
»¿Y qué en cuanto a su fe? ¿Desean ambos el plan de Dios para su vida? ¿Han reconocido los dos a Jesucristo como su Salvador y le han pedido perdón por sus pecados? ¿Están de acuerdo en cuanto a qué iglesia asistir y cómo enseñarles a sus futuros hijos acerca de Dios? Si la respuesta a esas preguntas es afirmativa, entonces es mucho más probable que los novios tengan un matrimonio feliz.
»Así que confíe en su hija. Y pídale a Dios en privado que se haga su divina voluntad. Pero sea prudente al expresar sus opiniones.»
Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 478.