«Dejad que pasen»

12 ago 2024

(Día Internacional de la Juventud)

El poeta lucha; sin luchar, ¿qué haría?
Sin lucha y resistencia, no hay victoria
ni el corazón del bardo sangraría
para teñir los lauros de su gloria.

Paso a la juventud; dejad que vuele
alzando alegre sus primeros trinos.
Si le quitáis las alas, ¿cómo puede
sin esa fuerza abandonar el nido?

Dejadle sus ideales, sus ensueños;
larga es la lucha, ruda la batalla.
Tiene la inspiración muchos bohemios
que serán las lumbreras del mañana.

No olvidéis a Rubén, al poeta niño
que, al preludiar sus infantiles cantos,
de zarzas le sembraron el camino
que atravesó con sus primeros pasos.

Dejad la juventud; sus gallas flores
necesitan la sabia de la planta.
No le quitéis sus bellas ilusiones;
dejadla con su fe, con su esperanza.

No lancéis vuestro dardo envenenado
sobre la juventud que ama y espera;
dejad que goce en el festín humano
mientras la sombra de los años llega.

Yo me aparto, dejándoles la senda;
por saludarlos al pasar me inclino,
y aquí en mi corazón tienen la ofrenda
de aliento, de entusiasmo y de cariño.

No penséis en la crítica del sabio
si hay luz y claridad en vuestra mente;
yo también he tenido mi calvario,
y el que puede luchar, todo lo vence.

¡Heroica juventud, alzad la frente!
El genio es luz, irradiación divina;
el que lleve esta luz será el más fuerte
para luchar en la sangrienta lidia.

No abandonéis cobardes el palenque;
la gloria ofrece al vencedor el premio.
Dichosos los que llevan en la frente
la corona simbólica del genio.1

  ¡Qué buenos consejos los que ofrece en verso la poetisa panameña Amelia Denis de Icaza, al principio a los que, como ella, ya no son jóvenes, y al final a los jóvenes mismos! Es que doña Amelia ya era septuagenaria cuando compuso este poema en Nicaragua en 1909. Y si bien el título que le puso, «Dejad que pasen», como también las demás conjugaciones verbales, le sonarán muy anticuados a la juventud de hoy, en aquel entonces todos, tanto ancianos como jóvenes, hablaban así.

Su colega Rubén Darío, al que alude la poetisa, fue severamente criticado por su Modernismo literario, ¡y sin embargo llegó a ser príncipe de las letras y gloria de Nicaragua y del mundo! En su poema titulado «Latigazo», Rubén Darío replicó a esas censuras con estos versos mordaces: «Los escritores cazurros / que insultan y causan ascos, / ¡ésos... tienen cuatro cascos / como los burros!»2

Así como doña Amelia, al final de su vida, alienta en verso a los jóvenes, también San Pablo, al final de la vida de él, anima en una carta a su discípulo Timoteo. ¡Qué bueno sería que todos por igual resolviéramos poner en práctica estas palabras de aliento: «Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza.»3


1 Amelia Denis de Icaza, «Dejad que pasen», Hojas secas (León, Nicaragua: Talleres Gráficos Robelo, 1927), pp. 40-41 <https://books.google.com/books?id=hIYSAAAAYAAJ&dq> En línea 1 marzo 2024.
2 Alberto Acereda, «El acecho antidariano. Ataques y deformaciones en torno a Rubén Darío», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes <https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/ el-acecho-antidariano-ataques-y-deformaciones-en-torno-a-ruben-dario/html/a27d12d4-a0f7-11e1-b1fb-00163ebf5e63_2.html#I_1_> En línea 1 marzo 2024.
3 1Ti 4:12 (CST)
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