
En la obra titulada Caballos de Troya de la historia, el escritor español Javier Sanz relata a manera de diario el trágico fin de los dos «últimos charrúas», como sigue:
«Viernes 20 de septiembre de 1833, París: Frente a una nutrida concurrencia de curiosos y médicos, que acuden a observar el parto como si de un raro espectáculo se tratase, Guyunusa, auxiliada por Tacuabé, da a luz a la hija de ambos.... El parto de silla —en cuclillas— tan común entre muchas etnias indígenas, no tiene contratiempos y la pequeña charrúa se suma a sus padres en su indigno destierro. Asombrados, los asistentes comprueban que el llanto de la recién nacida “es en todo similar al de nuestros niños”. Pero... a medida que [mueren] los charrúas y que [se conocen] los detalles de su confinamiento a manos de François de Curel, su “propietario” francés, la curiosidad se torna en indignación y protestas, y] de Curel es denunciado a la policía y [huye] de París... pero no solo. Con su “mercancía” a cuestas, de Curel viaja a su ciudad natal, Lyon, donde se desprende rápidamente de los charrúas vendiéndoselos a un empresario circense que los incorpora a su espectáculo....
»Martes 22 de julio de 1834: Poco después de llegar a Lyon, Guyunusa muere de tuberculosis en el hospital Hôtel-Dieu de Lyon. En su caso, no esperan a que [muera] para raparla y hacer el vaciado en yeso de su cabeza. El busto resultante es aún más vívido que el [del cacique] Vaimaca. Su cuerpo [es] sepultado en una fosa común. Luego de la muerte de su compañera, el joven Tacuabé se las arregla para huir del circo, llevando consigo a su pequeña hija de diez meses de edad.
»A partir de allí su rastro se pierde, y las especulaciones sobre su destino son fundamentalmente dos: La primera [es] que Tacuabé y la pequeña, carentes de defensas naturales ante la enfermedad, [se contagian] de la tuberculosis que mató a Guyunusa, y [mueren] poco después. La segunda... [es] que Tacuabé, eximio domador de caballos, [se gana] la vida en el medio rural francés, sobreviviendo [con] su hija.
»En 1950, un [breve] artículo aparecido en un periódico de Lyon [sostiene] que una familia radicada en la zona [dice] tener ancestros charrúas.... Todavía [hay] una calleja en esa ciudad que se conoce con el nombre de “Camino del Indio”, y la leyenda popular sostiene que se llama de esa forma porque una vez se vio [a] un indio caminando por ese sendero, [llevando en brazos a una pequeña].»1
Así como en el caso de Tacuabé y su hija, ha habido quienes han especulado sobre la pasión de Cristo, sosteniendo que en realidad no murió en la cruz, sino que se desmayó y recobró el conocimiento dentro del sepulcro. Pero lo cierto es que Jesucristo, el Hijo de Dios, tomó sobre sí la enfermedad del pecado de todos nosotros, tal como profetizó Isaías y reiteró San Pablo, y que es una bien documentada realidad histórica que Cristo murió en esa cruz para que, por medio de Él, pudiéramos experimentar su fuerza salvadora con tan sólo pedírsela.2
1 | Javier Sanz, «Una traición, una masacre y una infamia» en Caballos de Troya de la historia: Engaños e ingenio de todos los tiempos que vencieron en la paz y en la guerra (Madrid: La Esfera de los Libros, 2014), pp. 62-64; y «Los últimos charrúas: infamia a la francesa» <https://historiasdelahistoria.com/2013/04/11/ los-ultimos-charruas-infamia-a-la-francesa> En línea 8 noviembre 2021. |
2 | Is 53:6; 2Co 5:21 (BLP/H) |