¡Hola! Muchas gracias por aceptarme.
Necesito ayuda para corregir a un hijo de diecisiete años. Él es cariñoso cuando quiere [serlo], pero la mayoría de las veces es [muy] rebelde. No cumple órdenes ni peticiones. Cuando me opongo a algo, revienta las cosas y dice improperios. A los diez minutos o menos, ya se le olvidó que ofendió, y pide favores como si nada hubiese pasado.
La ayuda que solicito es un mensaje que a él le pueda hacer entender que lo amo y que me duele cómo me trata. Gracias.
Consejo
Querida amiga:
La relación de los padres y sus hijos adolescentes entre los dieciséis y veintiún años de edad puede ser muy difícil. Ese es el tiempo en que los jóvenes comienzan a aprender a ser independientes y a sobrevivir sin sus padres. Muchas veces el proceso es demasiado rápido para que los padres sepan cómo manejarlo, mientras que a los jóvenes les parece muy lento. Los padres deben ser muy prudentes y darles tanta libertad como sea posible para tomar decisiones, a la vez que les dan la orientación y las pautas que les ayudarán a madurar.
Durante el tiempo en que un hijo vive con sus padres, debe cumplir con reglas apropiadas y colaborar con oficios y trabajos del hogar. A la vez, se le puede ir dando más libertad y oportunidad de tomar decisiones por sí mismo. Por ejemplo, si recibe algún dinero de sus padres, se le puede permitir que decida si lo quiere gastar en varias prendas de vestir o si prefiere, con esa misma cantidad, comprar sólo una que haya visto que todos sus amigos tienen. Puede también decidir en cuanto a la hora de acostarse, siempre y cuando se levante a tiempo para ir a la escuela al día siguiente. Así mismo, es bueno que maneje sus propios asuntos escolares, con tal de que sus calificaciones sean aceptables y no falte a clases. Si bien los padres deben mantenerse firmes en ciertos asuntos, tales como establecer una hora apropiada de llegar a la casa de noche y exigir obediencia a las reglas del hogar, deben también esforzarse por hallar diversas maneras de darle al hijo la libertad de tomar sus propias decisiones.
Con respecto a su hijo, usted se sentirá más tranquila si decide no sentirse ofendida cuando él se rebela o la trata mal. No cabe duda de que debe disciplinarlo por ese comportamiento. Pero es que cuando permitimos que se interpongan nuestros sentimientos, eso da lugar a que nuestros hijos se aprovechen de nuestra debilidad. Aun cuando nuestros hijos nos amen, ellos harán por naturaleza lo que juzguen necesario para salirse con la suya. Si pueden agotar nuestra paciencia o hacer que nos sintamos frustrados y nos demos por vencidos, lo harán. Cuando su hijo tenía dos años y le daba un berrinche, sin duda usted no se sentía herida por eso. Esto que sucede ahora es exactamente lo mismo, y si usted puede recordar que es así, impedirá que él siga aprovechándose de usted.
Le recomendamos que busque un grupo de apoyo formado por madres con jóvenes de esa edad. La escuela a la que asisten sus hijos es un buen lugar para encontrar a otras madres como usted, con las mismas preocupaciones. El darnos cuenta de que no somos los únicos que afrontamos esos problemas nos puede ayudar a prepararnos para los momentos de crisis.
También nos gustaría animarle a que busque una iglesia donde la gente tenga una genuina relación personal con Dios. De hacerlo así, ellos podrán darle apoyo durante los tiempos difíciles.
Así como su hijo no le obedece a usted y sin embargo le pide favores, también nosotros los seres humanos tenemos tendencia a tratar a Dios, nuestro Padre celestial, de la misma manera. Él nos ha dado reglas que debemos obedecer, pero con frecuencia nosotros decidimos no obedecerlas. Y luego, aun mientras las estamos desobedeciendo, le pedimos favores: «Señor, dame un empleo mejor que el que tengo.» «Señor, arregla mi matrimonio.» «¡Dios mío, necesito tu ayuda!» Le pedimos favores a Dios sin que nos importe que lo hayamos ofendido y sin siquiera agradecerle por todo lo que ya ha hecho por nosotros. Esperamos que Él nos dé vez tras vez, y que nunca nos pida nada a cambio. Igual que el hijo suyo, ¿no es así?
Ahora bien, el amor que usted le tiene a su hijo es como el amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros. Él nos ama tanto que nos extiende su misericordia hasta cuando menos la merecemos, y sin embargo se mantiene firme al permitir que suframos las consecuencias de nuestra desobediencia. Si usted determina seguir ese ejemplo, logrará disciplinar con amor a su hijo.
¡Manténgase firme!
Carlos Rey y su esposa Linda