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Caso 662

Mi infancia no fue muy buena. Sufrí abuso sexual de mi padre cuando tenía ocho años. Ahora, lastimosamente seguí los pasos de él y cometí con mi hija el mismo delito que mi padre cometió conmigo.

Actualmente pago una condena por aquel hecho. Me siento culpable y me odio por lo sucedido. ¿Es verdad que Dios no perdona a un violador? ¿Por qué viví de nuevo esa suciedad? ¿Por qué volvió el demonio de la violación? ¿Será que puedo obtener el perdón de Dios?

Consejo

Estimado amigo:

Usted nos hace algunas buenas preguntas. En la Biblia hay respuestas para algunas de ellas, pero no para todas.

Al parecer, usted cree que fue destinado a repetir lo que hizo su padre. Si de veras lo cree, está equivocado. En la Biblia hay varios relatos históricos de personas que hicieron lo opuesto de lo que hicieron sus padres. Algunas, como el profeta Samuel, optaron por servir a Dios, mientras que sus hijos optaron por hacer lo malo.1 Otros, como Amón, eran malvados, pero sus hijos, como Josías, sirvieron a Dios fielmente.2 Esos relatos verídicos demuestran que ninguno de nosotros está destinado a repetir los errores de sus padres.

Sin embargo, cuando se trata de abuso físico o sexual, la perspectiva de la víctima en cuanto a lo bueno y lo malo puede llegar a distorsionarse. Algunas víctimas se convencen de que el abuso es normal y aceptable. No conocemos los pormenores del caso suyo, pero sí sabemos que el abuso de parte de su padre sembró pensamientos en su cerebro que lo tentaron a hacer cosas que probablemente no hubiera considerado de no haber sido víctima de abuso usted mismo.

No obstante, cuando usted, como víctima, optó por ser el agresor, pecó contra su hija y pecó contra Dios. El pecado contra su hija merece la justicia humana. Por eso es posible que su hija jamás lo perdone y que su familia nunca sea restaurada. Pero su pecado contra Dios merece la justicia divina y el castigo eterno. A eso se debe que le hayan dicho que Dios nunca lo perdonará; pero esas personas están mal informadas.

Cuando Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo y vivió sin cometer un solo pecado, no mereció castigo alguno. Él era perfecto. Pero sabía acerca del juicio divino que yo merezco por mis pecados, como también del juicio divino que merece usted por los suyos. Jesús optó por morir en la cruz a fin de satisfacer esa justicia divina y pagar nuestro castigo.

Sin embargo, a pesar de que el castigo por nuestros pecados ya se ha pagado, eso no significa que recibimos el perdón de manera automática. Tenemos que confesarle nuestros pecados a Dios en oración y pedirle que nos perdone. Él ve nuestro corazón y sabe si nuestro arrepentimiento es o no sincero, y si estamos dispuestos a seguir en sus caminos. Él sabe si en realidad sólo pretendemos tratar de colarnos por la puerta de atrás del cielo respondiendo con la contraseña correcta.

Lo animamos a que le pida a Dios que lo perdone, que le dé vida eterna y que cambie sus pensamientos y motivaciones. Él lo ama a pesar de todo lo que usted ha hecho.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 1S 8:1-3
2 2Cr 33:6

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