Mi caso se remonta a mi niñez. A los cinco años de edad fui violado en muchas ocasiones, día tras día, por quizás un año. Mi padre... no se dio cuenta, pienso yo; pero cada vez que lo recuerdo, me llena de culpa, amargura e impotencia de no poder hacer nada.... Le pido [a Dios que] borre eso de mi mente, pero la acusación... siempre está en mi mente. ¡Ayúdenme! Tengo mis hijos, pero me duele pensar.
Consejo
Estimado amigo:
¡Cuánto sentimos que haya tenido que soportar esas horribles experiencias en su niñez! Si no fuera por lo fuerte que es usted, no hubiera podido superar tanto dolor a tan temprana edad. ¡Con razón que esos recuerdos sean tan dolorosos, y con razón que quisiera poder olvidarlo todo!
Sin embargo, ciertas cosas que usted dice indican que en sus memorias ha influido el haber sufrido ese trauma desde la perspectiva de un niño de cinco años. (Usted no menciona la edad del abusador, así que vamos a referirnos a él o a ella como un adulto, a pesar de que comprendemos que pudo haber sido un niño mayor o un adolescente.) Ahora que usted es adulto y tiene hijos propios, puede comprender perfectamente que los niños de cinco años no tienen la culpa de la conducta de los adultos en su vida.Y sin embargo usted siente tanto la culpa como la condenación. Esos sentimientos de culpa y de condenación no provienen de Dios.
Los niños nunca jamás son responsables cuando los adultos abusan sexualmente de ellos. Los niños siempre son las víctimas. Sin embargo, los adultos que abusan de ellos no quieren que se descubra su conducta malvada, así que con frecuencia convencen a sus víctimas infantiles que mantengan en secreto el abuso. ¿Y cómo se logra convencer a un niño de cinco años que guarde un secreto? Dígale que la culpa la tiene él. Échele la culpa a él. Y diga lo que sea necesario para que tema las consecuencias de no guardarlo.
Quien abusó de usted lo convenció de que usted tuvo la culpa de lo que sucedió. Hizo que usted sintiera la culpa y la condenación. Como un niño de cinco años, usted llegó a creer que la culpa de lo sucedido la tenía usted. Pero esos sentimientos estaban basados en una mentira. Y la culpa y la condenación que siente hoy aún proceden de esa mentira.
¿Le cree aún a su acusador? ¿Va a seguir permitiendo que el abusador domine sus pensamientos? Cada vez que lo abruman esos injustificados e inmerecidos sentimientos de culpa y de condenación, usted está creyendo las mentiras del abusador y no lo que sabe que es la verdad.
El apóstol Pablo enseñó: «Ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús.»1 Esta enseñanza nos da a entender que Cristo no nos condena ni siquiera cuando pecamos y tenemos la culpa de esos pecados. De hecho, en lugar de condenarnos, Él murió en la cruz para pagar el castigo de nuestros pecados. Cuando aceptamos el sacrificio que Él hizo y le pedimos que nos perdone, Él nos perdona, tal como nos prometió que lo haría.
Así que recuerde esto: La condenación que usted siente no proviene de Dios. La culpa que siente está basada en una mentira. Usted no necesita pedir perdón por las cosas que un adulto malvado le hizo hace tanto tiempo. Y cuando esas memorias horribles vuelvan a atormentarlo, pídale a Dios que lo ayude a distinguir la verdad de las mentiras.
Le deseamos lo mejor,
Linda
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1Ro 8:1