Tengo una [hija] de quince años. Desde que cumplió los quince, la siento más alejada de mí.... Ella ahora no tiene [confianza] conmigo....
Tiempo atrás... anduve... cometiendo muchos errores.... Estuve con muchos hombres. Mi hija conoció a cuatro de ellos. Yo sé que le di mal ejemplo. Creo que por eso ella no me tiene confianza. Prefiere hablar con sus amigas que conmigo... y me duele mucho que no me cuente sus cosas. Quiero ser una amiga, mamá, compañera, confidente; pero no lo consigo. Por favor, necesito un consejo.
Consejo
Estimada amiga:
Casi toda madre que haya tenido una hija adolescente puede identificarse con lo que usted está sintiendo. Se debe a que, en casi toda relación entre padres e hijos, tarde o temprano es de esperarse la experiencia que usted ha tenido con su hija.
Su hija ya no es una niña. Ya casi es adulta, y eso implica independencia de sus padres. Como ella ansía llegar a ser toda una mujer, la aleja a usted a fin de hacer lo posible por independizarse cuanto antes. Cuando les tiene confianza a sus amigas y no a usted, ella está estableciendo un límite entre usted y ella. No es señal de que la esté rechazando a usted, sino de su deseo de independencia.
Por lo general, los padres quieren impedir que sus hijos crezcan demasiado rápido. Quieren protegerlos y ayudarles a evitar graves errores. Pero cuanto más se aferran a sus hijos y a sus hijas, más esos hijos se esfuerzan por liberarse de su dominio. Eso es de esperarse. Los hijos que no tienen una separación apropiada de sus padres llegan a ser adultos con problemas emocionales. Trate de conformarse con que su hija está pasando por una etapa de crecimiento normal.
A usted le preocupa pensar que sus relaciones antiguas hayan causado que su hija se mantenga retraída. No hay forma de que nosotros sepamos con certeza si ese es un factor que está afectando su comportamiento. Pero sí podemos afirmar que aun los padres que dan ejemplo constante de una relación conyugal feliz y estable experimentan lo desagradable que es la separación emocional de sus hijos que están llegando a la edad adulta. Lo mejor que usted puede hacer ahora es dar ejemplo de la clase de persona que quiere que su hija llegue a ser, en vez de seguir culpándose por lo que usted hizo en el pasado.
Todos hemos hecho cosas que no debimos haber hecho. El apóstol Pablo dijo que todos hemos pecado y que por eso estamos privados de la gloria de Dios.1 Usted está sintiendo una gran culpa a causa de su pecado pasado. Para que sea posible librarse de la culpa de ese pecado, tiene que pagarse un castigo. ¿Cuál es, entonces, ese castigo? San Pablo nos dio la respuesta más adelante: «La paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.»2 Con esa declaración dejó en claro que, si bien el castigo de nuestro pecado es la muerte, Jesucristo pagó ese castigo en nuestro lugar cuando murió en la cruz. Ahora usted no tiene que hacer más que aceptar la muerte de Cristo en reemplazo de la suya, y pedirle a Dios que la perdone y que le conceda la vida eterna que Él ofrece. Cristo jamás pecó, así que el castigo que pagó fue en el lugar de usted. Él borrará no sólo el pecado que usted ha cometido, sino también el gran peso de la culpa que sigue sintiendo. Pídale en oración que lo haga ahora mismo.
Cuando usted haya sido perdonada por todo lo que ha hecho, se sentirá limpia y pura. Podrá vivir de tal manera que será el mejor ejemplo para su hija. Ella aprenderá que, a pesar de que todos cometemos errores, no tenemos que vivir de ahí en adelante sintiendo condenación y remordimiento. Podemos comenzar de nuevo con la ayuda de Dios.
Es posible que algún día se cumpla el deseo que usted tiene de ser la amiga, compañera y confidente de su hija. Pero eso no es probable durante sus años de adolescencia. Por ahora, conténtese con ser una buena madre. Ámela aun cuando ella no corresponda a su amor. Acéptela aun cuando ella la rechace a usted. Comprenda el deseo que ella tiene de ser adulta e independiente de usted. Establezca límites razonables alrededor de ella a fin de protegerla, pero no la reprima. No trate de hacerla sentirse culpable por estar atravesando una etapa normal de la vida. Disfrute más bien de los pocos años que podrá tenerla bajo su cuidado. De hacerlo así, en cuestión de algunos años ella va a querer que usted sea su amiga.
Le aseguramos que valdrá la pena,
Linda y Carlos Rey
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1 Ro 3:23
2 Ro 6:23