Soy una madre con dos hijos [de dieciocho y dieciséis años] de mi primer matrimonio.... Tanto el padre como el padrastro ven sólo los defectos.... Producto de esto, yo he querido darles todo lo que yo no tuve —amor, amistad, respeto, y cosas materiales también—, pero creo que con mi hijo mayor me equivoqué. Siento que he creado un monstruo: alguien que no quiere ayudar, [se mantiene] airado y le gusta derrochar el dinero de la manera que sea. Y siento que no puedo disciplinarlo.
Él tiene buenas actitudes en la mayoría de los casos, pero tengo la sospecha de que ha estado tomando dinero sin autorización (porque no quiero decir que ha robado). No sé cómo abordarlo. No sé cómo enfrentarlo con amor, con sabiduría. ¡Por favor, ayúdenme!... A veces siento que él podría suicidarse, y me da temor...
Consejo
Estimada amiga:
Créalo o no, comprendo perfectamente cómo se siente usted. Los hijos que nosotros adoptamos poco antes de su adolescencia nos dieron muchos problemas, y llegó el día en que nuestro hijo nos robó a nosotros, les robó a otras personas y una vez hasta se robó nuestro auto para fugarse con su novia. (La policía los encontró algunos días después.) Además, él intentó suicidarse tres veces, así que yo temía acusarlo de ciertas cosas, ya que podía ser que no las hubiera hecho. A pesar de que él se sometió a nuestra disciplina en el hogar la mayor parte del tiempo, y siempre nos trató con respeto, ahora sabemos que estaba involucrado en el mundo de las drogas y de las pandillas.
Lo llevamos a una consejera profesional, y lo hospitalizaron luego de uno de sus intentos de suicidio. Pero el abuso y el descuido que padeció en su infancia dejaron sus marcas, y ni siquiera un hogar amoroso y una disciplina constante bastaron para compensar esa carencia de amor y disciplina en su pasado.
Antes que nuestro hijo cumpliera los dieciocho años, hicimos todo lo posible por ayudarlo. Sin embargo, cumplidos los dieciocho, ya le tocaba a él decidir si iba a seguir nuestras reglas o abandonar nuestro hogar y vivir por su cuenta. Cuando él siguió desobedeciendo nuestras reglas, le pedimos que se fuera de la casa. Estábamos conscientes de que corríamos el riesgo de que se suicidara o comenzara a llevar una vida delictiva. Pero como ya era adulto, sabíamos que tenía que comenzar a sufrir las consecuencias de su conducta. (Los padres que siguen «protegiendo» a sus hijos adultos les están haciendo más daño que beneficio.)
En cuanto a su hijo, le sugiero que haga una lista de reglas del hogar y que la ponga en una pared o en el refrigerador. Incluya en la lista las consecuencias de quebrantar las reglas. E incluya la consecuencia de tener que irse de la casa si comete varias infracciones de las reglas. Pídale a su hijo que firme las reglas, indicando así que va a seguirlas, y cuando no las obedezca, asegúrese de hacer que se cumpla la consecuencia respectiva.
A fin de prevenir los robos en nuestro hogar, tuvimos que ponerle un candado con llave a la puerta de nuestra habitación. Le sugerimos que haga lo mismo. Cuando se le pregunte por qué lo hizo, usted puede decir que ha descubierto que han desparecido algunas cosas y que con eso está evitando que vuelva a suceder. Tenga cuidado de guardar bajo llave todo dinero y cosas de valor. Reconozco que no debiera usted tener que vivir así; pero en este caso, es la mejor opción que le queda.
Es cierto que el hijo nuestro pasó por unos años difíciles después que le pedimos que se fuera de la casa, pero a la postre aprendió la lección y comenzó a tomar buenas decisiones. Hoy es un hombre exitoso en su trabajo, y estamos muy orgullosos de él.
Sólo Dios puede darle la sabiduría necesaria para abordar esa situación. Pídale todos los días que le abra los ojos y le ayude a saber cómo proceder y cómo reaccionar. Dios la ayudará y la fortalecerá si pone en Él toda su confianza.
Le deseo lo mejor,