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Caso 379

Vivo desde hace nueve años con mi esposa. Todo el tiempo discutimos y peleamos. Yo ya me cansé y quiero separarme; pero tengo dos hijos que son mis amores, y por ellos sigo con ella. ¡Pero ya no la aguanto! ¿Qué puedo hacer?

Consejo

Estimado amigo:

Lo felicitamos por darle mayor prioridad al bienestar de sus hijos que a su propia comodidad y a sus preferencias personales. Está tomando la decisión acertada al optar por seguir siendo parte de la vida de ellos.

Si usted se mudara y dejara a su esposa, le resultaría costoso sustentar a sus hijos y pagar a la vez por su propia vivienda. Ese gasto es la razón por la que con frecuencia los padres egoístas e irresponsables que abandonan el hogar dejan de sustentar económicamente a sus hijos. Le dan mayor prioridad a su propia comodidad que al bienestar de los hijos que ellos mismos engendraron. Abandonan a la familia porque son demasiado egocéntricos para quedarse y resolver los conflictos con la mujer a la que una vez amaron.

En vez del costo de vivir aparte, invierta ese dinero en consejería familiar. Ustedes dos necesitan aprender a resolver sus diferencias mediante la negociación constructiva y no los hábitos destructivos de la acusación, los insultos y el menosprecio que por lo general forman parte de los conflictos conyugales.

Estas son algunas cosas que usted puede hacer para que sus desacuerdos sean más productivos y menos conflictivos: Aparte tiempo para escuchar a su esposa de modo que ella sienta que a usted le importa la opinión de ella. El acto de escuchar demuestra que usted la valora y la respeta, aun cuando más tarde no esté de acuerdo con ella en cuanto a los pormenores de la situación. Sin embargo, muchos hombres se tapan los oídos porque se convencen de que están demasiado cansados o estresados para emprender el arduo trabajo de la negociación. Esto resulta en la aflicción emocional de muchas esposas y en discusiones con palabras cada vez más fuertes e irrespetuosas. Una vez que se manifiesta el enojo, es mucho más difícil resolver el conflicto. El sabio Salomón dijo: «La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego.»1

Decidan juntos que se concentrarán en un solo problema presente. No traiga a la memoria desacuerdos del pasado u otros problemas que necesitan resolverse. Túrnense escuchándose mutuamente, sin interrumpirse. Haga una lista de todas las maneras que se les ocurra para resolver el problema, y luego negocien a fin de hallar una solución que ambos puedan aceptar. Esfuércese por ceder parte de lo que usted quiere para que su esposa pueda obtener parte de lo que ella desea. Así ella estará más dispuesta a ceder parte de lo que ella quiere para que usted pueda obtener más de lo que usted desea. Ustedes pueden negociar así como lo hacen las empresas y las naciones.

Cuando usted considera el abandono de su hogar como una posible solución, es menos probable que esté dispuesto a quedarse y a esforzarse por el éxito de su matrimonio. Así que tome la decisión de quedarse, pase lo que pase. Entréguese a su familia, y no considere ninguna otra opción.

Es muy probable que se hayan ofendido mutuamente con palabras hirientes, y que con eso hayan levantado un muro de heridas entre los dos. Aunque seguramente ambos son culpables, dé usted el primer paso de pedirle perdón a su esposa por las palabras ofensivas que usted ha pronunciado. Es muy probable que su esposa entonces le pida perdón a usted. Así como debemos pedirle perdón a Dios por nuestros pecados repetidas veces, también debemos pedirle perdón a nuestro cónyuge con frecuencia por nuestra conducta y nuestras palabras nada afectuosas. El perdón es como un botón de reinicio que nos ayuda a comenzar de nuevo.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 Pr 15:1

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