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Autocondenación
Lo que más deseaba en la vida era tener una esposa conforme a la voluntad de Dios. Pero Dios no me dio la mujer que quise, y tuve que verla con otro hombre....
Algún tiempo después, empecé a tener una vida pecaminosa con una mujer con la que tuve la obligación de casarme porque esperaba un hijo. Pero antes de un año, la traicioné con otra mujer que ahora está esperando un hijo también....
No sé en qué me he convertido. Lo que más me mata es la conciencia. Me resiento, y dentro de mí le digo a Dios: «En tantos años que te he servido no he tomado alcohol, no me fui por las drogas, siempre iba a la iglesia... y sin embargo fracasé en todo.... ¡Nunca tuve ni un solo éxito!»
No sé qué hacer ahora. Sigo resentido con Dios, aunque mi alma y mi espíritu claman por su presencia.
Consejo
Estimado amigo:
Hay una batalla que está librándose en su interior. A pesar de que sabe que Dios lo está llamando por medio de su conciencia, se mantiene aferrado a su resentimiento hasta que pueda conseguir lo que desea de parte de Él. O tal vez piense que Él debe al menos disculparse por no darle lo que usted cree que merece. Después de todo, ¡usted hizo muchas cosas por Él! ¿Qué hizo Él en beneficio de usted?
Su resentimiento se debe a su manera equivocada de pensar. Usted piensa que sabe lo que más le conviene en la vida, y que Dios no sabe o no le importa. Piensa que usted merece el favor de Dios por haberlo seguido durante un buen número de años. A su manera de verlo, Dios es como una máquina expendedora: usted inserta la cantidad indicada, y luego espera recibir conforme a lo que pagó.
Cualquiera que sigue a Dios con la expectativa de recibir todo lo que desea va a quedar muy decepcionado, tal como se siente usted ahora. Dios, nuestro Padre celestial y Rey del universo, no está dispuesto a abandonar su plan perfecto para nuestra vida con el solo fin de que recibamos lo que pensamos que merecemos.
¿Ha visto alguna vez a un niño en el supermercado llamar la atención de todos con un berrinche porque sus padres se niegan a comprarle los dulces que se le antojan? ¿Es que los padres no quieren complacer al hijo? ¿Si el hijo casi siempre obedece a sus padres, como por ejemplo al mirar en todas direcciones antes de cruzar la calle, ¿acaso no merece recibir todo lo que desea?
Usted tiene la opción de seguir enojado y resentido, o de cambiar su manera equivocada de pensar. Piense más bien en un Dios que lo ama a tal grado que está dispuesto a soportar sus berrinches a fin de salvarlo de algo o de alguien que no le conviene a usted. Piense en un Dios que lo ama al extremo de que permitió que su Hijo mismo, Jesucristo, fuera crucificado para pagar por los pecados que usted ha cometido, a pesar de que Cristo mismo nunca había pecado. ¿Acaso recibió Cristo lo que Él merecía?
Le deseamos lo mejor,
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