Después de dieciocho años de casado, decidí iniciar un proceso de separación. No me he sentido pleno, y el matrimonio ha sido accidentado.
En este tiempo conocí a otra mujer con quien de alguna manera sostengo una relación. Aunque ella sabe de mi estado, no pretende algo más conmigo.
Esta parte me causa ansiedad y algo de desánimo. Tengo cuatro hijos por los que me cuesta trabajo ponerle fin a mi matrimonio, pero tampoco quiero terminar la relación con la otra mujer, aunque estoy consciente de que no puede haber algo más.
Consejo
Estimado amigo:
Nos alegra que esté pidiendo consejo acerca de sus relaciones sentimentales. Como suele suceder, sus emociones y sus sentimientos lo han confundido. Esos sentimientos están impidiendo que usted distinga con acierto entre lo prudente y lo insensato.
Para aclarar, usted dice que no se ha «sentido» pleno o realizado en su matrimonio. Usted «se siente» ansioso y desanimado en cuanto a su futuro, y particularmente su futuro con la otra mujer.
Nuestros sentimientos son válidos y merecen que les prestemos atención. Siempre es bueno reconocer nuestras emociones y admitir que existen. Sin embargo, nos espera un sinfín de problemas cuando permitimos que dominen nuestras decisiones. Tal como hemos dicho muchas veces, no puede uno fiarse de los sentimientos.
Mediante la descripción de su caso, usted da a entender que su matrimonio ha fracasado y que por eso cree que tiene razón para considerar el futuro acompañado de otra mujer. Sin embargo, usted dice que «decidió iniciar un proceso de separación», pero no dice que haya tomado ninguna medida para llevar a la práctica esa decisión. Y luego dice que le está costando trabajo ponerle fin a su matrimonio debido a los cuatro hijos que tiene. Esas declaraciones, tomadas en conjunto, nos hacen pensar que usted todavía vive con su esposa y sus hijos, pero que está probando una relación con otra mujer para ver si con ella pudiera sentirse más realizado.
Lamentablemente suena como si usted estuviera dispuesto a quebrantar los votos que le hizo a su esposa, como también a abandonar el hogar que formó para sus hijos, a fin de procurar «sentirse pleno» o satisfecho. Con todo, usted reconoce que sus hijos no habrán de sentirse «plenos» o más satisfechos viviendo sin usted en casa. Ni han de sentirse más satisfechos cuando usted y su esposa discutan sobre la responsabilidad económica y moral que tienen con ellos. Y, reconózcalo o no, lo más probable es que ellos tengan las mismas dificultades económicas que tienen la mayoría de los hijos de padres divorciados cuando uno de los dos decide abandonarlos en busca de lo que consideran una vida mejor.
El sabio maestro del libro de Eclesiastés en la Biblia hace una lista de todas las cosas que probó a fin de sentir satisfacción. Menciona su búsqueda de satisfacción mediante las riquezas, las relaciones sexuales y la posesión de todo lo que pudiera desear. Sin embargo, a fin de cuentas no halló la satisfacción. Lo describe todo más bien como un vapor, algo que uno ve hasta que simplemente se desvanece.
La satisfacción se halla cuando hacemos compromisos y luego ponemos todo nuestro empeño en cumplirlos. Usted se comprometió con su esposa el día de la boda, y se comprometió implícitamente con sus hijos cada vez que dejó embarazada a su esposa. El incumplir esos compromisos ahora no habrá de traerle nunca la satisfacción que busca.
Le deseamos lo mejor,