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Caso 823

Tengo tres años y nueve meses de casada. Mi esposo tiene dos hijas de una relación... [anterior]. La mamá de él le ayudaba con la hija mayor y[, antes de casarnos,] la hija pequeña se la dejó a la mamá de la niña. Pero cuando nos casamos, él se llevó [a la menor] a vivir con nosotros. La niña tenía nueve años.

[Esa hija que vive con nosotros] es mal educada y hace lo que quiere, y él no la corrige. Ya no puedo más con esta situación.... No quiero seguir con el matrimonio.

Consejo

Estimada amiga:

Su situación nos entristece mucho. Si antes de casarse nos hubiera contado sus planes, le habríamos dado el mismo consejo que les hemos ofrecido a muchas otras personas. Casarse con alguien que tiene hijos viviendo consigo es como firmar un contrato para realizar el trabajo más difícil del mundo.

Hay algunas excepciones en las que a veces no resulta tan difícil hacer ese trabajo. Una de ellas es cuando el otro padre o la otra madre del hijo o de la hija ha fallecido. Otra excepción es cuando el hijo o la hija es un infante o es muy joven y nunca ve al padre o a la madre biológicos.

Sin embargo, es obvio que es mejor para el hijo o la hija que tenga una relación con ambos de sus padres biológicos a no ser que haya abuso o adopción de por medio. Pero la existencia del otro padre o de la otra madre crea una dinámica en la relación que al nuevo cónyuge casi siempre le resultará difícil de manejar.

La mayoría de los niños percibirán que el nuevo cónyuge es un intruso culpable de destruir a su familia biológica. Un hijo o una hija bien puede hacerle la vida imposible al cónyuge a propósito, o hacerlo sin ninguna mala intención. Y el conflicto con frecuencia se torna en una competencia para probar si el padre o la madre ama más al cónyuge o al hijo o a la hija.

Los adultos que tienen madurez saben que el amor sentimental y el amor paterno o materno no son mutuamente excluyentes. Es posible amar al cónyuge plenamente y amar de igual manera al hijo o a la hija. Pero esto no tiene sentido para el hijo o la hija. Cada cual preside en el hogar como un pequeño juez que nunca deja de emitir juicios a su favor. De modo que el nuevo cónyuge siempre tiene todas las de perder.

Los hijos se sienten totalmente justificados cuando tratan mal al cónyuge o cuando se niegan a obedecer las reglas de la casa. Se la pasan diciendo cosas para hacer que el padre o la madre que tiene la custodia se sienta culpable por haberlos puesto en semejante situación, así que, a su vez, esa culpabilidad hace que el padre o la madre no discipline a los hijos como lo haría en otras circunstancias.

No hay ninguna solución fácil. Lo que sí recomendamos es consejería profesional para tratar de salvar el matrimonio. Además, le aconsejamos que cultive una relación personal con Dios. Él puede darle la fortaleza, la perseverancia y la sabiduría que usted necesita.

Le deseamos lo mejor,

Linda

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