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Caso 324

Soy una mujer de treinta y seis años. No estoy casada ni tengo hijos.... Hace dos años me enamoré de una persona menor que yo. Él tiene veinticinco años.... Mi [preocupación] es por la diferencia de edad. Él dice amarme y que está muy consciente de la diferencia de edad, que a él no le preocupa. Pero a mí sí, y ahora me propuso matrimonio. ¿Qué hago?

Consejo

Estimada amiga:

Antes de comprometerse en matrimonio, es muy prudente considerar con sumo cuidado el carácter de su pareja. Muchas personas, sobre todo las que temen que nunca van a casarse, especialmente las mujeres, tienden a pasar por alto rasgos de la personalidad muy importantes y asuntos de índole emocional en el futuro cónyuge. El temor a la soledad puede hacer que una persona perfectamente racional tome decisiones basadas en ese temor y no en la lógica.

Algunos, sin embargo, dirán que el amor es emocional y no lógico. Lo cierto es que tienen razón. Pero el comprometerse en matrimonio es una acción, no una emoción, y las acciones nunca deben basarse exclusivamente en las emociones. El amar a alguien no significa de por sí que uno debe hacer caso omiso de una evidencia que es verdadera, razonable y lógica.

A lo largo de la historia, tanto los hombres como las mujeres han hecho cosas insensatas debido a sus ideas equivocadas acerca del amor. La más común de esas equivocaciones es tener relaciones sexuales antes de casarse. Ese error ha condenado a un sinnúmero de niños no deseados a situaciones en que no hay un hogar amoroso que los acoja y, según las estadísticas, son muy propensos a vivir en la pobreza.

El casarse es una decisión que cambia la vida y exige mucho más que sentir amor. ¿Cómo administra el dinero esa persona? ¿Tiene deudas? ¿Ha dañado su historial crediticio por gastos excesivos? ¿Cómo es el trato que da a su familia y a sus amistades? ¿Cómo le trata a usted la familia de esa persona? ¿Hay algunas explicaciones de problemas familiares que parecen no tener sentido?

Al futuro cónyuge, ¿le gusta trabajar? ¿Qué hace para divertirse? ¿Cómo reacciona esa persona cuando está enojada o deprimida? ¿Tiene planes de regresar a la universidad? ¿Quiere ella trabajar fuera del hogar después de que nazcan los niños? ¿Cuántos niños desea él tener? ¿Cómo planea ella disciplinar a los niños? ¿A cuál iglesia quiere él que asistan los niños? ¿Qué clase de música le gusta a ella? ¿Cuánto tiempo pasa él mirando televisión o entretenido en los videojuegos? ¿Ella se pone celosa fácilmente? ¿Él mira pornografía?

Y lo más importante, ¿el futuro cónyuge tiene una relación personal con Cristo que se refleja en sus actitudes, su conducta y su dominio propio? ¿Son la oración y la lectura de la Biblia una parte importante de su vida? ¿Se preocupa por seguir el ejemplo de Cristo en su trato con los demás?

Todas esas preguntas son mucho más importantes que la diferencia de edad. Una diferencia de diez años acarreará desafíos, pero si todas las otras preguntas tienen respuestas positivas, entonces la edad no es el factor prioritario.

Le deseamos lo mejor,

Linda

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