de 847
Caso 545

Tengo un carácter muy fuerte, y lo reconozco. Me altero por cualquier cosa que siento que me ofende o que veo que no está bien o que es injusto. Elevo mucho la voz cuando estoy molesta. Hablo de esa manera porque siento que así me van a comprender. Pero lo único que logro es que las personas se alejen de mí porque tienen miedo a mi forma de expresarme. Eso me hace sentir mal porque no es mi intención ofender a nadie. Les pido perdón, pero a veces prefiero estar distante para evitar, en una conversación, volver a ofender.

Consejo

Estimada amiga:

¡Qué bien que comprende las consecuencias que tienen sus acciones! Pero una cosa es comprenderlas, y otra muy distinta es tener dominio propio.

Imagínese dos vasos de agua. El primero está casi lleno, y el segundo, casi vacío. Si vierte la misma cantidad de agua adicional en cada uno de los dos vasos, uno de ellos se desbordará y el otro no. La diferencia consiste en la cantidad de agua que ya había en los vasos antes de que usted vertiera el agua adicional.

Tal vez haya algo dentro de usted que hace que «su vaso» esté «casi lleno», y a eso se debe que cualquier cosa la lleva a reaccionar de manera desproporcionada. Es posible que le cueste trabajo aceptar que la mayoría de las situaciones de nuestra vida en realidad no son justas. Con frecuencia pienso en la gran injusticia de que haya refugiados que viven en carpas sin electricidad ni agua potable, mientras que yo disfruto de esas cosas y muchas más.

Quizás usted haya sido víctima de discriminación en su vida, o de alguien que se haya aprovechado de usted en el pasado. Tal vez levante la voz y hable fuerte porque siente que las personas nunca le han prestado atención a lo que usted opina. Ya sea que esté llena de ira, resentimiento o frustración, es hora de que reconozca esas emociones y hable acerca de ellas con una persona de confianza. Lo más aconsejable sería un consejero profesional o un grupo de apoyo, pero también pudiera ser un amigo compasivo que sabe escuchar.

Otra manera de procesar sus emociones sería mantener un diario. Podría anotar las veces que sabe que se expresó con excesiva rudeza, junto con lo que sintió antes, durante y después de que ocurrió. Repasar varios incidentes bien pudiera revelar ciertos patrones, y examinar esos patrones pudiera ayudarle a determinar cómo responder de un modo diferente en el futuro.

Dios nos creó como personas emocionales, así que no es pecado sentir emociones negativas. Sin embargo, cuando permitimos que las emociones negativas nos lleven a tratar mal a los demás, debemos analizar esas emociones y afrontarlas para que no sigan afectándonos de un modo tan negativo. Hablar con un consejero y mantener un diario son maneras de comenzar a lidiar con esas emociones destructivas. También le recomendamos que ore y le pida a Dios que la ayude y la fortalezca.

Le deseamos lo mejor,

Linda

Este Caso me ayudó Envíenme información Deseo una relación con Cristo
Información en este sitio