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Caso 713

Estoy casado hace seis años, y tenemos dos niños pequeños. Desde hace algún tiempo dejé de prestarle a mi esposa la atención que ella se merece. [Como consecuencia,] conoció a un joven que sí le prestó atención, y eso la atrajo. Ella me confesó [arrepentida] que salieron dos veces y que se dieron un beso.... Yo la perdoné porque comprendo que la culpa de lo sucedido fue mía. Pero lo que no puedo olvidar, y me atormenta, es el beso. ¿Qué puedo hacer?

Consejo

Estimado amigo:

Suena como si ya hubiera resuelto este problema en su matrimonio, pero ahora sólo quiere olvidar lo sucedido. El problema con tratar de olvidar algo es que cuanto más se esfuerza por sacarlo de la mente, más lo recuerda.

Por eso le recomendamos que deje de tratar de olvidarlo. Más bien, cada vez que le viene a la mente, responda al pensamiento diciendo mentalmente: «Sí, ocurrió. Es parte de la historia, pero ahora no significa nada. No tiene poder alguno sobre mí.» Anote esas frases si hace falta, y siempre responda a las memorias no deseadas leyendo y pensando en las frases. Repita las mismas respuestas vez tras vez hasta que logre ocupar la mente con otros pensamientos.

Es poco frecuente que un cónyuge reconozca sin reparo su propia culpa por haber contribuido a la conducta errada del otro. Por lo general, cada cónyuge justifica su propia conducta, a la vez que culpa al otro por haber causado el problema. Lo felicitamos por tener la madurez necesaria para reconocer las maneras en que estaba descuidando a su esposa. Y esperamos que no haya otras cosas que usted hizo, que no menciona.

En realidad, no importa lo que usted haya o no haya hecho, ya que no es aceptable que una mujer casada salga con otro hombre. Aun cuando la salida sin duda era muy casual y pudo haber sucedido sin haberse planeado, para su esposa el beso era una llamada de advertencia. Cuando ocurrió ese beso, ella se vio confrontada de repente con lo que estaba haciendo. Recordó que lo ama y le es fiel a usted, así que sabía que debía ponerle fin a todo aquello.

Es difícil dejar de hacer algo que sentimos la tentación de hacer, incluso cuando en realidad no queremos hacerlo. El apóstol Pablo describió su propia experiencia al escribir: «Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.»1

San Pablo no se estaba dando por vencido, sino simplemente expresando lo frustrado que estaba con su naturaleza pecaminosa. Él nos estaba diciendo que, aun cuando sintamos que es más fácil pecar que dejar de pecar, ¡hay esperanza para nuestra condición! Dios quiere perdonar nuestro pecado y romper las cadenas con que ese pecado nos tiene atados. Cuando le pedimos que lo haga, Él nos da fuerza para vencer nuestra naturaleza pecaminosa.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 Ro 7:18-19

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