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Caso 350

Hace seis años fui a trabajar a [otro país] donde conocí a un hombre [de mi misma nacionalidad] y, a pesar de que él era casado, tuvimos una relación amorosa. Él regresó a [nuestro país de origen]. Me llamaba y... un día me dijo que quería regresar a [donde yo estaba] y que le mandara dinero. Muy confiada, yo acepté. Cada mes le mandaba dinero, y así fue por tres años.... Enamorada de él, le creí, y él desapareció.... Así pasaron ocho meses... y cada día el amor que alguna vez sentí se transformó en odio, y los maldije a él y a su familia.

Yo sé que meterme con un hombre casado es pecado. Siento un asco de mí y un odio contra él... tan grande que a veces no puedo con eso, pues tengo problemas de ansiedad, como por ejemplo compulsiones de arrancarme el cabello y de comer demasiado. Sé que necesito ayuda para mi problema.

Consejo

Estimada amiga:

El odio es como el fuego: tiene el poder no sólo de hipnotizarlo a uno sino también de consumirlo. Lo que usted ha descrito es una vida consumida por el odio, y ha admitido que, como resultado, está teniendo problemas emocionales. Ese odio ha causado cambios en su cerebro, de modo que ahora está produciendo las sustancias químicas que hacen que se sienta ansiosa y que se arranque el cabello.

Claro que no debió haber tenido una relación amorosa con un hombre casado. Y por supuesto que él no debió haberle mentido ni tomado su dinero. Si bien la conducta de ese hombre fue reprobable, usted, al no dejar de odiarlo, está optando por hacerse víctima de él vez tras vez. Usted no podrá recuperarse sino hasta que lo perdone y deje de pensar en lo ocurrido.

A Jesucristo lo traicionó Judas, lo ridiculizaron y azotaron los soldados romanos, y finalmente lo mandaron a crucificar las autoridades de aquel entonces. Él tenía sobrada razón para odiarlos a todos. No había hecho nada malo, y era del todo inocente. Sin embargo, aun en su agonía, Él dijo: «Padre, perdónalos.»1 Cristo es el supremo ejemplo de cómo perdonar.

Hay una razón más para perdonar. En otra ocasión Cristo dijo: «Si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas.»2

Usted tiene la opción de perdonar o de seguir odiando. El odio le producirá más ansiedad y más problemas emocionales. El no perdonar hará que Dios tampoco le perdone los pecados suyos, aun cuando usted se lo pida. Y si no obtiene el perdón de pecados, entonces no podrá ir al cielo cuando muera. Así que se hundirá en la miseria en este mundo, y ni siquiera la muerte habrá de darle alivio alguno.

El odio que usted siente y su incapacidad de perdonar no están perjudicando a ese hombre ni a la esposa de él. Solamente están perjudicándola a usted. Pídale a Dios que le ayude a perdonar y a superar el pasado. Y luego pídale que la guíe de modo que tome mejores decisiones en el futuro en cuanto a las relaciones humanas y al manejo del dinero.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 Lc 23:34
2 Mt 6:15

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