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Hace unas semanas tomé la decisión de viajar [a otro país], dejando a mis hijos de veintiocho y treinta años. A los pocos días de mi viaje, mi hijo mayor se lanzó de un tercer piso y se mató. Así que regresé a [mi país], pero no tengo ánimo para nada. Le agradezco un buen consejo.
Consejo
Estimada amiga:
¡No podemos ni imaginarnos la desesperación que usted está sintiendo! Perder a un hijo a cualquier edad es una agonía indescriptible, pero cuando ese hijo causó su propia muerte, el vacío que deja en sus seres queridos puede parecer peor que ser torturado.
La mayoría de las culturas occidentales han abandonado la práctica de hacer duelos como los descritos en la Biblia. En aquellos días, el pueblo se vestía con ropa de luto, demostrando así el dolor que sentía. Los dolientes se dejaban el cabello despeinado, y a veces se lo cortaban o rasuraban del todo. Su apariencia externa daba muestras de la aflicción que sentían por dentro. Además, era común que gimieran en voz alta por determinado tiempo. En algunos lugares, había incluso plañideros profesionales que gemían en voz alta junto con los familiares y los amigos del difunto.
Esas demostraciones externas de duelo pudieran parecernos extrañas actualmente, pero cumplían el propósito de permitir el desahogo de las emociones y del dolor. Hoy día, por lo general, se espera que los dolientes derramen algunas lágrimas y luego reanuden su vida normal. Tienen que sufrir en silencio, solos, tal como lo está haciendo usted ahora.
Usted dice que no tiene el ánimo ni la motivación para hacer nada. ¡Claro que no! No ha tenido suficiente tiempo para afligirse. El llanto desgasta nuestro ánimo por completo cuando no tenemos maneras aceptables de demostrar todo lo que estamos sintiendo.
Le serviría de mucho hablar acerca de su hijo y de lo que usted está sintiendo. Le recomendamos que lo haga a menudo y honestamente con sus amigos y con sus familiares. Si eso no es posible, entonces una buena opción es que acuda a una consejera profesional.
Si se pregunta si acaso lo que usted hizo tuvo algo que ver con el suicidio de su hijo, sepa que echar la culpa es parte del proceso de duelo. Aun después de aceptar el hecho de que usted no tiene la culpa, sería normal que tratara de culpar a otra persona.
¿Por qué Dios no impidió que su hijo se hiciera daño? ¿Por qué no impide Dios que todos se lastimen a sí mismos o se suiciden? ¿Por qué no interviene e impide que tomemos una sobredosis de drogas o que nos maltratemos unos a otros? ¿Y qué del abuso infantil, del abuso conyugal y de los delitos violentos de todo tipo? ¿Acaso no debiera Dios eliminar nuestra capacidad de tomar esas malas decisiones dañinas?
Dios es un Padre amoroso que nos dio la vida, y que luego estableció las pautas para cómo vivir esa vida. Pero en vez de obligarnos a hacer las cosas de la manera que más nos conviene, Él nos dio la libertad para tomar nuestras propias decisiones. Eso es precisamente lo que usted hizo con su hijo mayor.
Le deseamos lo mejor,
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