Llevo casado más de dos años, después de cinco años de noviazgo. Nos amamos muchísimo, y hace un año decidimos tener nuestro primer bebé, la cual nació hace tres meses. Nos hemos enamorado mucho de ella, pero la relación entre mi esposa y yo ha decaído muchísimo. Ya casi no hablamos de nosotros y, por más que quiero acercarme a ella, ya sea para hablar o para otras cosas, siempre me sale con una excusa, y eso me lleva a disgustarme con ella.
Amo tanto a mi hija como a mi esposa. Le prometí a Dios que... jamás trataría mal a mi esposa y que mi matrimonio sería para toda la vida. Pero la verdad no sé qué tanto tiempo soporte la actitud de mi esposa, su genio, su temperamento que ha [mostrado] desde que nació la niña. Lo único que quiero es que seamos los mismos enamorados que antes, pero con mayor ánimo porque ahora tenemos una bebé. ¿Qué debo hacer?
Consejo
Estimado amigo:
Millones de hombres que escucharán, verán o leerán este mensaje saben exactamente cómo se siente usted. Lo saben porque lo experimentaron en carne propia. ¿Por qué será que tantos hombres tienen esa misma experiencia? ¡Porque es completamente normal!
Nunca recomendamos que un matrimonio tenga su primer hijo tan pronto después de casados. Ustedes no tuvieron suficiente tiempo de vida matrimonial solos. No se dieron el tiempo necesario para realmente disfrutar de su nueva vida juntos ni de ajustarse a ella. Sin embargo, ya es muy tarde para cambiar eso.
Al igual que los demás hombres, usted quiere que su esposa le brinde su atención y lo considere como su más alta prioridad. Eso es lo que ella prometió cuando se casaron, ¿verdad? Usted quiere que su esposa esté lista para hacerle compañía cuando usted lo desee, tal como siempre ha sido.
Pero los bebés cambian nuestro mundo. La vida, tal como la ha conocido, ya ha desaparecido. Y no volverá a ser igual. El desear que las cosas sean como eran antes es como desear que el cielo no sea azul sino morado. Es poco realista. Los bebés requieren la mayor atención dentro de la familia. Demandan esmero y cuidado constantes, y eso significa sacrificio de parte suya y de parte de su esposa.
Hay varias causas que explican el mal genio y la actitud de su esposa. Sus hormonas aún no han vuelto a la normalidad, y esas sustancias químicas en el cuerpo de ella afectan mucho su temperamento. En segundo lugar, ella está físicamente agotada debido a las constantes demandas de su hija. Y por último, usted nos ha dado la impresión de que ha estado presionando a su esposa a que haga lo que ella no tiene la energía emocional ni física para hacer.
Usted dice que no sabe qué tanto tiempo sea capaz de soportar esta situación. ¿Acaso no incluían sus votos nupciales la frase «para bien o para mal»? ¿De veras fue sincero al decir esas palabras?
El mejor consejo que le podemos dar es del apóstol Pablo. Él dijo: «Con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.»1 Para seguir el consejo de San Pablo, usted puede determinar que va a pensar en lo que necesita su esposa en lugar de lo que necesita usted. ¿Necesita ella que la ayude a lavar la ropa o a ir de compras al mercado? ¿Necesita que usted cuide a su hija por un par de horas para que ella pueda descansar un rato? Si usted la ayuda de un modo consecuente y de buen humor, comenzará a avivar sentimientos positivos en ella que no se darán si sólo se queja y la fastidia.
Le deseamos lo mejor,
Linda
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