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Caso 69

Soy una mujer de treinta y seis años de edad, soltera, sin hijos.... Soy... demasiado tímida, insegura. Me da pena dirigirme a los demás y, si lo hago, pienso que se van a reír de mí.

He tratado de ser más segura de mí misma y de no sentir desconfianza hacia los demás, pero no puedo. A veces me siento desesperada.

Consejo

Estimada amiga:

¡Cuánto nos alegramos de que nos haya contado su caso! Pedir ayuda es el primer paso para resolver su problema.

Aunque sea muy probable que personas no fiables hayan contribuido a que usted sienta desconfianza de los demás, también hay factores relacionados con la personalidad que pudieran ser determinantes. Algunas personas son más introvertidas que otras, y eso no es necesariamente malo. Sin embargo, cuando interfiere en su felicidad y en su capacidad de mantener relaciones humanas valiosas, esa timidez actúa en su contra.

Todos pensamos muchas cosas. Algunos optan por revelarles casi todos esos pensamientos a los demás. En cambio, usted piensa y analiza todo minuciosamente cada vez que se relaciona con otras personas, y luego guarda un registro mental de esa relación, meditando en ella una y otra vez, analizando lo que usted dijo y la manera en que esas personas reaccionaron. Usted no les revela casi nada a los demás debido a que filtra primero sus palabras a fin de adivinar cómo la gente va a reaccionar a cada comentario que usted pueda hacer, por lo que decide que es arriesgado decir lo que piensa. Así que mantiene oculta su verdadera identidad. Como toda relación humana conlleva revelarle a otra persona algo de sí mismo, el temor que usted le tiene a la reacción de esa persona impide que se establezca cualquier relación.

Una de las figuras históricas más conocidas es Moisés el patriarca. A ese Moisés, al que Dios le dio los Diez Mandamientos, se le recuerda por la manera en que Dios lo usó para sacar a toda la nación de Israel de su cautiverio en la tierra de Egipto. ¿Sabe lo que dijo Moisés al principio, cuando Dios le pidió que fuera su vocero ante el pueblo? «Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra —objetó Moisés—. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer, ni hoy que te diriges a este servidor tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar.»1

Sí, Moisés dijo que no sabía cómo dirigirse a los demás. Dio a entender que no era elocuente y que no sabía expresarse como quería. Sencillamente era tímido. Pero Dios le dio a Moisés instrucciones, y Moisés las siguió. Dio los pasos necesarios y, aunque nunca le resultó fácil, logró grandes cosas a pesar de su timidez.

Así que le recomendamos que comience a interesarse más en tener una vida feliz que en el concepto que los demás pudieran tener de usted. A continuación le ofrecemos algunas sugerencias acerca de cómo comenzar, pero usted tiene que disciplinarse a tal grado que se obligue a sí misma a hacer a diario las cosas que le cuestan tanto trabajo.

1. Oblíguese a saludar a toda persona con quien se encuentre en sus quehaceres diarios, aunque no la conozca. Basta con que diga: «¡Hola! ¿Qué tal?», y no importa si ella le contesta o no. No espere que nadie le responda; más bien, si le responden, que sea una grata sorpresa.

2. Done su tiempo como voluntaria en el plantel de una organización caritativa, por lo menos una vez a la semana. Dos veces a la semana sería mejor, si le es posible. Ayude a algún escolar con sus estudios, ayude a preparar alimentos para personas desamparadas, o done su tiempo como voluntaria en un hospital. Hay muchos que necesitan su ayuda, y el relacionarse con ellos le dará más confianza en sí misma.

3. Matricúlese en alguna escuela para aprender a hacer algo nuevo. Pudiera ser aprender otro idioma, tejer o hacer hermosas canastas. En la mayoría de las comunidades hay clases que cuestan poco o que no cuestan nada. Recuerde hablar con toda persona con la que se encuentre, y no se preocupe si no le responde.

Además de crear más oportunidades de relacionarse con los demás al hacer lo que sugerimos, hay algunas cosas que creemos que no debe hacer. No repita mentalmente conversaciones vez tras vez, tratando de adivinar lo que la otra persona estaba pensando. No se tenga en menos si usted no responde de un modo encantador al comentario de otra persona. Y, sobre todo, ¡no se dé por vencida!

¡Corra algunos riesgos! Le aseguramos que valdrá la pena,

Linda y Carlos Rey
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