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Caso 125

Soy un joven que me casé... con una mujer que tenía dos [hijas]. El mayor de los problemas es que yo tengo mal carácter, por [lo que] me enojo [fácilmente]. [Pero] nunca la he golpeado. Cuando salimos de paseo, la niña pequeña siempre regresa llorando, y eso me molesta demasiado.

Quisiera que me aconseje cómo cambiar el carácter.

Consejo

Estimado amigo:

Es interesante que usted ha llegado a comprender que tiene el deseo de cambiar, pero que no ha logrado hacerlo hasta ahora por su propia cuenta. El enojo lo lleva adentro, y no ha podido dominarlo.

No siempre el enojo es algo malo. Debiéramos enojarnos a causa de que hay personas alrededor del mundo que se están muriendo de hambre y gobernantes corruptos que persiguen y matan a su propio pueblo. Y debiéramos sentir enojo cuando los que cometen delitos no reciben ningún castigo y cuando los niños son víctimas de abuso.

Pero el enojo que usted lleva adentro no es enojo que se justifica; no tiene ningún buen propósito. Al contrario, causa problemas en su familia. Entonces ¿por qué no ha podido usted dominarlo? El apóstol Pablo contestó esa pregunta hace dos mil años cuando dijo: «Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí.»1

El pecado no es un concepto popularmente aceptado. Algunos creen que es arcaico o condenatorio. Pero es el pecado lo que nos impulsa a todos a hacer cosas que no quisiéramos hacer. Y nos induce a no hacer lo que sí queremos hacer. Es el producto de la naturaleza pecaminosa con la que nacimos todos. Usted describió perfectamente los síntomas de esa naturaleza pecaminosa: no poder cambiar lo que uno quiere cambiar.

Está bien que asista a grupos de apoyo para personas que están luchando por dominar el enojo, y que haga determinados ejercicios que lo ayuden a dominarlo. Sin embargo, el paso más eficaz que puede dar es pedirle a Dios que le perdone su pecado y que tome el control de su vida. Después que Él lo haya limpiado de todo ese pecado, usted tendrá que seguir esforzándose por dominar su enojo. Pero tendrá a Dios en su vida para ayudarlo. Él le recordará lo que de veras importa. Le recordará que cosas insignificantes como el llanto de los niños pueden ser enojosas, pero que son de esperarse. Le ayudará a recordar que necesita concentrarse en las cosas buenas y no en las cosas malas. Y lo ayudará a cambiar por completo su perspectiva de la vida, que a su vez mitigará el enojo que usted siente.

Dios nos ama lo suficiente como para darnos soluciones a nuestros problemas. Esas soluciones podemos encontrarlas cuando cultivamos una relación personal con Dios. Él envió a su Hijo Jesucristo a este mundo a tomar nuestro lugar al morir en la cruz por nuestros pecados. ¡Aproveche lo que le ofrece!

Le deseamos lo mejor,

Linda y Carlos Rey
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1 Ro 7:20

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