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Tengo treinta años, y recuerdo que desde pequeño era muy hábil para casi todo lo que me proponía. Lo malo era que en ocasiones trataba de conseguir ventaja imponiendo reglas «no claras» en el juego que todos compartíamos en esa ocasión.
Hoy miro hacia atrás, y tristemente aquello que hacía para sacar provecho lo sigo haciendo, y ya no son juegos. En ocasiones he herido a mi familia y a la gente que amo. Veo que tengo una doble vida....
Muchos podrán decir que es una exageración, porque tengo un gran trabajo, familia y amigos. Pero también tengo conciencia de Dios, y definitivamente quiero poner un alto a todo esto. Gracias por su consejo.
Consejo
Estimado amigo:
Usted quisiera ser un mejor familiar y amigo, y desea agradar a Dios. Reconoce que ha manipulado a la gente con fines egoístas, y se siente culpable, pero esa conducta se ha convertido en un estilo de vida, y usted no ha podido cambiar a pesar de sus intentos.
Suponemos que usted sea muy inteligente, pero es obvio que no ha actuado con sabiduría. La inteligencia le da a uno la capacidad intelectual de adquirir conocimiento y habilidades, mientras que la sabiduría es la capacidad de aprender de sus propias experiencias y de las ajenas, y luego tomar buenas decisiones basadas en lo que ha aprendido.
El aprovecharse de los demás es una de las malas decisiones que usted ha estado tomando desde que puede recordar. Ha optado por pensar primero en su propio bienestar —lo que usted quiere y lo que más le conviene— en vez de interesarse en el bien de los demás. Es obvio que eso les ha dolido a su familia y a sus amigos.
La tendencia al egoísmo y a pensar siempre en nosotros mismos es parte de nuestra naturaleza humana. En el jardín del Edén, Adán y Eva optaron por hacer lo que pensaron que más les convenía, sin importarles lo que era correcto o sabio.1 El pecado y el egoísmo de ellos se nos ha transmitido de generación en generación.
Le recomendamos que comience a rendirle cuentas a alguien. Lo ideal sería un consejero profesional, pero si eso no es posible, entonces busque a alguien a quien respeta y tiene en alta estima, y pídale que le ayude a analizar las decisiones egoístas que usted ha tomado, concentrándose en cómo tomar mejores decisiones en el presente y en el futuro.
Establezca metas diarias y semanales en cuanto a tratar a otros con menos egoísmo, y repase esas metas cada mañana. Cuando sabe que ha tratado mal a alguien, pídale perdón con toda sinceridad, dejando a un lado el hábito que usted tiene de aprovecharse de los demás.
Lo más importante es que le confiese su pecado a Dios y le pida perdón en el nombre de su Hijo Jesucristo. Usted necesita que Dios le ayude a cambiar su manera de pensar y de vivir. Dios puede darle la sabiduría que le hace falta para ser la persona que quisiera ser.
Le deseamos lo mejor,
Linda
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1 Gn 3
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