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Caso 716

Hace ocho años me casé con mi esposo porque estaba embarazada, pero perdimos a la bebé. Ahora tenemos dos niños que son la razón de [que no nos hayamos separado], ya que mi esposo me confesó que no puede amarme.... Me trata constantemente con indiferencia. Estoy agotada después de haber puesto todo mi esfuerzo por salvar este matrimonio sin lograr que mi esposo cambie.

Consejo

Estimada amiga:

¡Cuánto lamentamos su situación! Sin embargo, nos alegramos de que diga que sus hijos son la razón de que usted y su esposo no se hayan separado. A no ser que haya abuso de por medio, ¡ellos siempre debieran ser motivo suficiente para permanecer juntos! Sus hijos necesitan a papá y mamá, y les irá mucho mejor a causa de que ustedes dos están trabajando en equipo para cuidarlos y sustentarlos. A eso se debe que sea tan encomiable que mantengan una relación con la meta de esforzarse al máximo por el bienestar de sus hijos.

Pensándolo bien, si usted no hubiera tenido una relación sexual con su novio hace ocho años, no habría quedado embarazada, por lo que no se habría casado con un hombre que no la ama. Pero entonces tampoco tendría ahora los dos hijos a quienes ama tanto. De modo que, si bien pudiera estar muy arrepentida por esas decisiones que tomó en el pasado, sin lugar a dudas usted no quisiera tener que vivir sin sus dos niños.

En algunas culturas las personas se someten a matrimonios concertados. Esperan llegar a amar al cónyuge, pero eso en definitiva no se les asegura. No conciben el amor sentimental como un componente necesario del matrimonio.

En cambio, nuestra cultura occidental difiere a tal grado en su concepción del matrimonio que considera que el amor personificado es el componente más importante y necesario en la relación conyugal. Las películas y los programas de televisión promueven la idea de que el ingrediente imprescindible de un noviazgo es el aspecto altamente emotivo del amor sentimental.

Esa idea es la causa nociva detrás de matrimonios disueltos, hijos abandonados y vidas arruinadas. El matrimonio no es un sentimiento; es un compromiso. Un hombre y una mujer consienten en unirse y vivir y criar a su familia como socios. Es maravilloso si los dos sienten la emoción del amor romántico, pero lo cierto es que los sentimientos son inconstantes. Desaparecen de un día para otro.

Nuestras emociones se ven afectadas por nuestra salud, nuestras hormonas, nuestros amigos e incluso si está brillando o no el sol. Son tan variables que nunca debemos fiarnos de ellas. Si se enfoca en lo que usted siente (o en lo que no siente su esposo), eso hará que se sienta insatisfecha y desalentada. Y hará que tome decisiones que es probable que después lamente.

¿Sabía usted que Dios quiere ayudarla? Si le permite que tome control de su vida, Él le dará la sabiduría para hacerle frente a toda decepción y todo obstáculo, le dará paz que no fluctúa como nuestras emociones, y le dará valor y fortaleza para afrontar el futuro.

Le deseamos lo mejor,

Linda

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