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Caso 261

Hace un poco más de tres años perdí a un sobrino. Tenía diecinueve años y fue de repente. Estando en la universidad, cayó desmayado y, al llevarlo al hospital, llegó muerto. Esto me dolió muchísimo. Busqué ayuda en la Palabra de Dios, buscando una respuesta, pues [mi sobrino] estudiaba medicina y era un buen muchacho.

Aún hoy, cuando me asaltan los recuerdos, sufro como el primer día de su muerte.... Mi temor es ofender a Dios con mi tristeza, pues hay personas que me dicen que con mi sentir demuestro no confiar en las promesas del Señor Jesucristo.

Consejo

Estimada amiga:

Sentimos mucho esta gran pérdida que usted y toda su familia han sufrido. Perder a un ser querido tan joven y tan repentinamente es una experiencia terrible para cualquiera, por lo que es muy comprensible la gran tristeza que sienten.

Debido a lo que otros le han dicho, usted teme que pudiera estar ofendiendo a Dios con su tristeza. Es probable que esa idea proceda de las enseñanzas del apóstol Pablo.1 Él dijo que el morir como seguidor de Cristo es muy diferente que morir sin conocer a Cristo. Quienes han cultivado una relación personal con Cristo pasan a la eternidad acompañados por Dios. San Pablo dijo que, si bien pudiéramos extrañar a esas personas, debemos comprender que algún día nos reuniremos con ellas en la presencia de Dios. Así que podemos contar con verlas de nuevo.

En cambio, quienes mueren sin Cristo no tienen la esperanza eterna de vivir en el cielo, lo cual quiere decir que los echaremos de menos para siempre. Eso causa una pena y una tristeza más profundas, ya que no tenemos esperanza alguna de volver a verlos jamás.

Usted no dice si su sobrino era o no un seguidor de Cristo. Si lo era, entonces siga el consejo de San Pablo y concentre sus pensamientos en el hecho de que su sobrino está ahora en la presencia de Dios, disfrutando de paz y gozo para siempre. Pero si su sobrino no era un seguidor de Cristo, entonces es más comprensible el tiempo prolongado de tristeza que usted ha sufrido.

De cualquier manera, la tristeza que usted siente no ofende a Dios. No podemos encender o apagar nuestros sentimientos sólo por desearlo. Cuando tratamos de controlarlos por medio de la razón o de la lógica, corremos el riesgo de enfermarnos física o mentalmente. En vez de reprimir su tristeza, debe buscar un lugar seguro en el que pueda hablar al respecto con personas de confianza. Muchas iglesias y clínicas para la salud mental tienen grupos de apoyo para quienes afrontan un duelo. Le recomendamos que busque uno de esos grupos y comience a asistir a las reuniones. El desahogarse al expresar en voz alta sus sentimientos y escuchar a otros contar acerca de emociones parecidas hará que poco a poco disminuya la tristeza, pero no espere que desaparezca por completo. Cuando acepte ese hecho, no le será tan difícil sobrellevarla.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 1 Ts 4:13-14

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