Soy un joven de veinticuatro años. Hace aproximadamente dos años y medio empecé a seguir a Jesucristo, pero no he podido dejar de pecar. Me siento muy triste porque no quiero ser más una persona inconstante. Me siento deprimido, y no sé qué hacer porque cada vez que peco me siento muy mal. Quiero saber cómo acercarme más a Dios. Quiero ser honesto, ser una persona intachable. No quiero ser más una mala persona.
Consejo
Estimado amigo:
Cuando leímos su caso, al principio pensamos que hubiera sido útil saber cuál es su pecado específico para poder ayudarle concretamente. Sin embargo, pensándolo bien creemos que es mejor tener la oportunidad de hablar sobre el pecado en una manera más general.
Usted dice que no deja de pecar, pero algunas personas que siguen estos mensajes no comprenderán de qué está hablando debido a que no creen en el pecado. Al contrario, creen que cada situación es diferente y que todos tenemos el derecho de decidir por cuenta propia si determinada conducta es buena o mala. Creen que la noción del pecado es sólo una invención religiosa diseñada para hacer que la gente se mantenga sumisa a la Iglesia.
Esas personas tampoco creen en la veracidad ni en la autoridad de la Biblia. De modo que no se logra nada con citarles lo que dicen las Sagradas Escrituras. Es que es imposible creer en la Palabra de Dios sin creer así mismo en el pecado.
La Biblia contiene tantas referencias al pecado que sería imposible citarlas todas. Por eso nos limitaremos a sólo una cita bíblica. Dice así: «Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no está en nosotros.»1 La persona a la que se refiere esta cita es Dios. Así que afirmar que no hemos pecado es lo mismo que llamar mentiroso a Dios.
Lo felicitamos por reconocer su pecado y desear ser libre del control que ejerce sobre su vida. Lo cierto es que todos somos tentados y todos pecamos.2 De modo que usted no es muy diferente a los demás. Todos los seguidores de Cristo tenemos que confesar a Dios continuamente el pecado que hemos cometido, ya sea en el pensamiento o en la acción.
Sin embargo, hay diferencias notables en los tipos de confesiones que hacen las personas. Nuestras pequeñas nietas están dispuestas a decir rápidamente: «¡Perdón!» aunque no sea sino sólo porque esperan que esa palabra las saque del problema. Si le confesamos algo a Dios de esa manera, con la motivación de salir del problema, es probable que volvamos a pecar porque nuestra confesión no ha sido acompañada de arrepentimiento sincero.
Por el contrario, hay una confesión que sí procede de un arrepentimiento sincero. Cuando Dios ve que estamos genuinamente arrepentidos, no sólo nos perdona sino que también nos acerca más a su presencia. Y cuando disfrutamos de esa relación más estrecha, eso nos impulsa a estar más resueltos a evitar los desvíos que nos llevan hacia el pecado.
Usted ha sido creado a la imagen de Dios, así que el tomar malas decisiones no lo convierte en una mala persona. Si usted piensa que lo es, está negando la eficacia de lo que Dios ya ha hecho en su vida y negando también que Dios lo ha perdonado del pecado cometido en el pasado. El ser seguidor de Cristo significa que la meta es seguirlo activamente, acercándose cada vez más a Él con el paso de los días, las semanas, los meses y los años.
Le deseamos lo mejor,
Linda
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1 1Jn 1:10
2 1Co 10:13; Ro 3:23