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Yo quiero saber por qué Dios no me responde. Ya hace más de un mes que estoy sufriendo de dolores y malestares en mi estómago. En mi sufrimiento llamé al pastor para que orara por mí, y ese mismo día le entregué mi corazón a Dios. Pensé que todo iba a mejorar. Sí recibí alivio... pero aún no me sano por completo. A veces le digo a Dios que me sane o que me mate de una vez.... ¿Qué puedo hacer para que Dios me escuche y me sane?
Consejo
Estimado amigo:
Sentimos mucho que esté sufriendo del estómago, y que tenga que atravesar momentos tan difíciles. El dolor prolongado suele mantener ocupado el cerebro y hacer que al que sufre le cueste más trabajo realizar los quehaceres comunes y corrientes. Eso puede llevar a la desesperación y la depresión. Es posible que a eso se deba que le haya dicho a Dios que lo mate de una vez.
Lo felicitamos por la decisión que tomó de hacerse seguidor de Jesucristo. Ahora tiene usted la seguridad de la vida eterna cuando muera. Sin embargo, además de la vida eterna, usted esperaba recibir la sanidad del sufrimiento actual. Como eso no ha sucedido, ahora nos está preguntando qué puede hacer para que Dios lo escuche y lo sane.
Usted ya ha hecho lo único que es necesario para que Dios lo escuche. Las Sagradas Escrituras nos dicen que los oídos del Señor están atentos a las oraciones de los justos.1 Cuando usted aceptó a Cristo y fue perdonado por sus pecados, con eso llegó a ser justo, como si jamás hubiera pecado. De modo que sabemos que Dios lo escucha.
En cuanto a su pregunta respecto a cómo hacer que Dios lo sane, eso no es cuestión de dar unos cuantos pasos fáciles. La historia y la experiencia nos han enseñado que, si bien Dios en definitiva tiene el deseo y el poder de sanar, su plan no siempre incluye la sanidad. Muchos de los justos de todos los tiempos han sufrido y han muerto sin haber recibido la sanidad.
Algunos dicen que no pueden servir a un Dios que permite que haya tanto sufrimiento y dolor. Quieren un dios que sana toda enfermedad, remedia todo mal y calma toda tempestad. El dios de ellos restauraría todo corazón quebrantado y acabaría con toda maldad. No habría microbios ni enfermedad ni ladrones ni personas con malos motivos. Todo el mundo se llevaría bien y no habría guerra ni pobreza ni hambre. No harían falta médicos ni policías ni un sistema judicial. Nadie podría tomar una mala decisión ni optar por hacer nada que perjudicara al prójimo. Sería un mundo perfecto, pero un mundo sin la libertad de tomar decisiones.
Dios nos amó tanto que nos dio la capacidad de tomar decisiones. Podemos optar por edificar o destruir. Y podemos optar por ayudar a otros o hacerles daño. Pero nuestras decisiones tienen consecuencias que producen guerra, pobreza y enfermedad. Estas condiciones abundan en este mundo y hacen que sea cada vez menos perfecto. Cuando la situación no es perfecta, sólo quienes confían en Dios pueden comprender que la respuesta a sus oraciones a veces puede ser: «No», o: «Espere». Así que pídale a Dios que lo ayude a confiar en Él.
Le deseamos lo mejor,
Linda
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1 Sal 34:15
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