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Tengo veintisiete años de casada.... Hace diez años [mi esposo me fue infiel, y yo lo perdoné]. Parecía ya un buen cristiano y buen padre y esposo, hasta que [cometió] de nuevo otra infidelidad. Ahora [mis dos hijos adolescentes y yo lo despedimos] de la casa... y él se fue sin pedir ninguna disculpa....
¿Qué me aconseja? ... No tengo ni cara para asistir a [la iglesia], ya que lo hacía desde hace muchos años junto a él.... Me siento como una viuda que ha perdido a su esposo. Es como si él ya estuviera muerto para mí.
Consejo
Estimada amiga:
¡Sentimos mucho lo que les ha pasado a usted y a sus hijos! Sabemos que sufrirá largo tiempo por lo que ha hecho su esposo. Pero no se moleste porque él no se haya disculpado; usted habría dudado de su sinceridad si él lo hubiera hecho. Sin duda él sabía eso.
Lo más importante que usted necesita hacer es cambiar el diálogo que está sosteniendo consigo misma. Usted se ha convencido de que tiene vergüenza de asistir a la iglesia sin su esposo porque eso hará que todo el mundo se entere de lo que le ha sucedido. Usted se está imaginando que todos los de la iglesia hablarán mal de usted a espaldas suyas y que se sentirá avergonzada.
Todos tenemos pensamientos ocultos, que contribuyen a lo que sentimos, y tanto nuestros pensamientos ocultos como nuestros sentimientos influyen en lo que hacemos y decimos. En vez de convencerse de que debe mantenerse alejada de la iglesia para que los que asisten no hablen mal de usted, le recomendamos que se diga a sí misma la verdad: que ¡no es usted quien ha hecho algo malo! El que debe sentirse avergonzado es su esposo y no usted. No tiene usted por qué esconderse o mantenerse alejada de la iglesia. Este no es el momento de aislarse, a pesar de que sienta la tentación de hacerlo.
Usted dice que su esposo parecía un buen cristiano. Tal vez lo fuera. Tal vez el corazón y la conducta de él eran cabalmente lo que parecían. El solo hecho de que le falló a Dios y la engañó a usted no quiere decir que él estaba fingiendo ser cristiano. Algunos de los cristianos más consagrados le han fallado a Dios. Es más, la Biblia está llena de historias de personas que amaban a Dios y luego le dieron la espalda.
Ahora bien, su esposo simplemente pudo haber estado fingiendo que era cristiano. Hay muchos que asisten a la iglesia y fingen que aman a Dios de todo corazón. Tenga por seguro que a Dios no lo pueden engañar. Pero el solo hecho de que algunos son hipócritas no quiere decir que todos los que asisten a la iglesia sean hipócritas.
Hay algunos en su iglesia que son verdaderos seguidores de Cristo. Ellos van a querer consolarla, tal como Cristo quiere llenarla de su paz divina. Recuerde que usted no necesita mantener en secreto lo ocurrido, ya que no fue usted quien cometió la falta.
Le deseamos lo mejor,
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