Cuando apenas tenía catorce años de edad, mi padrastro alcoholizaba a mi madre y luego iba a mi habitación a tocarme y a proponerme cosas ilícitas. Debido a esto, me casé a esa misma edad. Ya tengo veinticinco años, y aún le guardo [a mi padrastro] el mismo odio que el primer día. ¿Qué puedo hacer?
Consejo
Estimada amiga:
¡Cuánto sentimos que su padrastro la haya violado de ese modo! Lamentablemente hay muchas madres que consciente o inconscientemente facilitan el abuso sexual de sus hijas adolescentes. Cuando su mamá se casó con su padrastro, es probable que ella jamás hubiera creído que él fuera a abusar de usted sexualmente, y por eso ella no tomó ninguna medida para protegerla. Hay casos en que, a pesar de que las madres se enteran de que sus hijas son víctimas de semejante abuso, no hacen nada para protegerlas. Esas madres son tan culpables como lo son los hombres abusadores.
Usted no dice si le contó a alguien acerca de aquel abuso. Vamos a suponer que su padrastro la amenazó con algo, de modo que usted nunca reveló ese sucio secreto. O tal vez usted no se lo haya contado a su mamá porque pensó que ella no sabría qué hacer al respecto.
De cualquier manera, creemos que el secreto es lo que está alimentando el odio que usted siente. Es posible que usted crea que su padrastro debiera ser castigado por lo que hizo. Sin embargo, como probablemente no se lo ha contado a nadie, él sigue disfrutando de la vida placentera de siempre. Tal vez él esté abusando de otras personas de la familia, vecinas, o hijas de amigos, pero sigue impune. La única manera que usted percibe que puede «castigarlo» es a través del odio que le tiene.
Ese odio en realidad no lo castiga en absoluto. Al contrario, la castiga a usted. Sus pensamientos rencorosos han producido cambios en las sustancias químicas de su cerebro, y esas sustancias producen más pensamientos rencorosos. Es un círculo vicioso que no deja de girar y girar.
Además, esas sustancias negativas son dañinas para su cerebro y su cuerpo en general. Pueden causar ansiedad, depresión, aumento de peso y enfermedad crónica. Tanto su cuerpo como su mente están sufriendo las consecuencias de ese odio.
Desconocemos sus circunstancias actuales, pero tal vez lo mejor sea que usted revele su secreto. Claro que, como han pasado tantos años, corre el riesgo de que la gente no le crea, y eso pudiera resultar en que sienta aún más angustia. Sin embargo, si otras niñas están en peligro, es posible que usted debiera correr ese riesgo.
De cualquier manera, para su propio bienestar, usted debe perdonarlo. Eso no quiere decir que tenga que verlo o decirle nada. Más bien, puede perdonarlo mediante la oración. Dígale a Dios que usted opta por perdonar a pesar de que ese hombre no merece el perdón. Permita que Dios tenga la responsabilidad de castigarlo. Cada vez que piense en su padrastro, diga: «He decidido perdonarlo y dejar que Dios se encargue de él.»
Jesucristo enseñó que debemos perdonar a otros si queremos que nuestros pecados sean perdonados.1 El pecado de su padrastro sin duda le parece mucho más perverso que los pecados que usted haya cometido, de modo que bien pudiera sentir que no es justo tener que perdonarlo. Pero le reiteramos que Dios es quien sabe, comprende, castiga y perdona. Él está dispuesto a encargarse del asunto.
No será fácil, pero usted puede lograrlo,
Linda
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1 Mt 6:15