Soy un joven de veinticuatro años. Recientemente rompí con mi novia. Ella me reclamaba continuamente porque me quedé sin empleo y no tenía [dinero para invitarla a salir]. Intenté que hiciéramos salidas sencillas, pero ella se negaba. Me hacía sentir como un perdedor porque no encontraba empleo, [y ese sentimiento aumentó cuando terminamos].
Siento que no soy capaz de [mantener un noviazgo] con ninguna otra chica y que nadie va a ser feliz conmigo. [Pienso que] ya nadie más me va a amar y [que no soy] suficiente para nadie. Me siento triste y lleno de ansiedad porque ese pensamiento no sale de mi cabeza.
Consejo
Estimado amigo:
Lamentamos lo que le está pasando. Para la mayoría de los hombres, el no tener empleo de por sí hace que se sientan perdedores. Pero usted ha sufrido el fin de una relación sentimental que ha repercutido en que sienta aún más dolor.
Es obvio que usted tiene muy baja autoestima y está deprimido. Se la pasa pensando incesantemente en su situación y sintiendo lástima de sí mismo. ¿Tiene familiares o amigos que le están dando consejos? Si tres o más de ellos le están diciendo lo mismo para ayudarlo, pudiera ser que ellos son capaces de ver las cosas con mayor claridad que usted actualmente y que usted debiera considerar sus opiniones. De lo contrario, entonces le animamos a que acuda a los servicios de salud mental que hay en su comunidad.
Sin embargo, usted nunca logrará tener un concepto realista de sí mismo sino hasta que tenga el concepto de sí mismo que Dios tiene de usted. Tal vez usted piense que Dios no tiene nada que ver con su situación, o usted quizás esté enojado con Él debido a que cree que a Él no le interesa. Pero podemos asegurarle por experiencia que Dios sí lo conoce, lo ama y está muy interesado.
Es probable que no se le haya ocurrido hasta ahora, pero lo cierto es que todos somos perdedores. Todos hemos tomado malas decisiones y todos hemos pecado. De hecho, si se remonta a nuestros primeros padres, Adán y Eva, fueron ellos los primeros pecadores y los primeros perdedores. Debido a que decidieron rebelarse contra Dios y hacer las cosas como les parecían mejor a ellos, se perdieron la vida perfecta que pudieron haber tenido.
Por eso, de Adán y Eva todos hemos heredado una naturaleza que hace que nos rebelemos. Así como nuestra nieta de dos años le dice «¡No!» a su papá, también nosotros le hemos dicho «¡No!» a nuestro Padre celestial. Nadie tuvo que enseñarle a ella cómo rebelarse y negarse a recibir la instrucción amorosa de parte de sus padres; ella nació con esa naturaleza propensa a rebelarse. Y todos nosotros nacimos con esa naturaleza pecaminosa al igual que ella.
No obstante, Dios no quiso dejarnos a la deriva con nuestra rebeldía y nuestro pecado. Él nos dio a su único Hijo, Jesucristo, para que pagara el castigo en nuestro lugar. Si nos acercamos a Dios en oración, y lo hacemos en el nombre de Jesucristo como quien pagó por nosotros, Dios nos aceptará y perdonará y olvidará por completo nuestro pecado y nuestra rebeldía.
Como resultado, Dios puede vernos como quienes se han apartado por completo del pecado, limpios y ya sin vergüenza alguna. Nosotros podemos vernos así mismo, como nos ve Dios.
Le recomendamos que no persiga ninguna relación sentimental sino hasta que haya comenzado a verse a sí mismo como lo ve Dios. También le recomendamos que acepte cualquier empleo que se le ofrezca, aunque sepa que no es lo que usted quiere en el futuro, y aunque pague menos de lo que necesita.
Le deseamos lo mejor,