Hace poco más de un año, un hombre de sesenta y cinco años que ya conocía me invitó a un café, y pensé que era un gesto de amistad.... [Pero] cuando íbamos caminando hacia la cafetería, me tomó a la fuerza y me metió en su coche [en su auto].... Me llevó a su casa..., donde me drogó y me violó....
Ante esta situación, lo denuncié.... Pero he recibido llamadas insultándome y diciendo que yo soy la culpable de todo. No sé qué hacer: si retirar la denuncia y perdonar a este hombre, o continuar con el procedimiento y esperar que se haga justicia.
Consejo
Estimada amiga:
¡Cuánto sentimos lo que usted sufrió! Su caso es aterrador para toda mujer. Gracias a Dios, el violador no le quitó también la vida.
Él no la mató porque pensaba que usted no le iba a decir a nadie lo que le sucedió. Eso sin duda se debe a que muchas mujeres sienten tanta vergüenza por lo que les ocurrió que no lo denuncian. ¡Pero usted no tiene nada de que avergonzarse! Usted no hizo nada malo. Este fue un delito perpetrado en contra suya, ¡y usted no tiene la culpa!
Comprendemos que las llamadas telefónicas son perturbadoras. Y podemos ver por qué está atemorizada, considerando retirar la denuncia. ¡Pero le rogamos que no la retire! ¡No deje que este hombre salga impune luego de haberla violado! Es probable que usted no sea la única a quien él haya violado, pero es posible que sea la única con la fuerza necesaria para confrontarlo ante los tribunales de justicia.
Los sistemas judiciales de muchos países hacen que sea sumamente difícil que se ejerza justicia en los casos de víctimas de violación sexual. Muchas de las autoridades las tratan tan mal que las víctimas creen que no vale la pena denunciar al violador. Si lo hacen, se ven obligadas a declarar lo que sufrieron, al extremo de tener que hacer la declaración vez tras vez ante varios funcionarios. Luego, en el tribunal, el abogado del violador alega que ellas participaron voluntariamente, obligándolas con eso a asumir una postura defensiva. Y por si eso no bastara para humillarlas, algunas amistades del violador se empeñan en avergonzar a las víctimas tanto en público como en privado.
La Biblia cuenta un caso de violación sexual que encierra lecciones para todos. La víctima de la violación era Tamar, la hija del rey David. En vez de ocultar lo que sufrió, ella se echó ceniza en la cabeza y se rasgó el vestido que llevaba puesto, llorando a gritos por todo el camino de vuelta a su casa. Esa fue su manera de demostrar que un terrible delito se había cometido contra ella. Fue tan obvio para su hermano que, cuando le pidió a ella que confirmara que el perpetrador había sido el hombre de quien él sospechaba, no hubo ninguna razón para que ella dejara de divulgarlo. Ella sabía que no era la culpable.
Nosotros creemos que lo que más le conviene a usted es contar su caso y nombrar al violador. En definitiva, usted hizo lo correcto con el primer paso de informar a las autoridades y denunciar al violador. Pero ahora, lo mismo que si hubiera sido víctima de cualquier otro tipo de delito, no lo mantenga en secreto. Cuantas más personas estén enteradas de su caso, mayor será la seguridad de la que disfruten usted y otras mujeres inocentes.
Le deseamos lo mejor,