Durante mi niñez sufrí abuso sexual por parte de varios miembros de mi familia en repetidas ocasiones. Cada vez que se lo mencionaba a mi madre, ella me decía que yo me lo merecía porque yo era una niña cochina y muy mentirosa. Siempre me hizo creer que yo [me] lo imaginaba, como si estuviera loca.
Han pasado muchos años. Ya soy una abuelita, y me siento una persona sucia y mala.... Hace unos años descubrí que mi hija sufrió abuso sexual por parte de mi padre, y eso me confirmó que no estoy loca, que siempre fue verdad.
Ahora mi madre me reprocha el que yo no quiera perdonar. Me dice que Jesucristo dijo que debo perdonar setenta veces siete. Ella quiere que los traiga a vivir a mi casa....
¡Tengo mi corazón tan lleno de dolor y veneno! ... No protegí a mi hija de la manera correcta. Yo sé que nunca voy a ir al cielo porque no puedo perdonar. Mi familia me resiente que yo puse al descubierto el gran secreto familiar. Nadie me habla, y todos me repudian. Mis primas sufrieron abuso al mismo tiempo que yo, y sin embargo parece que yo soy la única que tiene un problema.... Le fallé a Dios y a mi hija. No valgo nada como madre o como persona.
Consejo
Estimada abuelita:
¡Lo que usted sufrió durante su niñez me quebranta el corazón! Los miembros de su familia abusaron de usted sexualmente, y su mamá abusó de usted emocionalmente. En vez de protegerla a usted, ella protegió el sucio secreto de la familia. Hizo que sintiera que usted tenía la culpa por todo lo que ellos habían hecho. Ella asaltó su autoestima y hasta hizo que usted dudara de su propio estado mental. Con razón que la consumen el dolor y el resentimiento.
No hay criatura alguna que sea culpable de haber sufrido abuso por parte de un adolescente mayor o de un adulto. Sin que importen las veces que su mamá le dijo que usted tenía la culpa, ¡ella estaba mintiendo! La llamó mentirosa a usted, siendo ella la que estaba mintiendo. Mientras otros abusaban del cuerpo suyo, ella abusó de su mente. Sólo Dios puede juzgar la maldad de la que usted fue víctima, pero puede estar segura de que Él lo hará.
El haber afrontado toda esa maldad sin llegar a ser totalmente disfuncional comprueba que usted es una persona con firmeza de carácter. Es esa fortaleza lo que le ayudará a ver las cosas desde el punto de vista de Dios.
Todos hemos pecado, pero Dios nos amó mientras todavía éramos pecadores. Nos amó a tal grado que envió a su Hijo Jesucristo para morir por nosotros y quitar esos pecados.1 Ninguno de nosotros merece semejante amor. Y nadie merece ir al cielo. Pero debido a Cristo, todos podemos recibir el perdón e ir al cielo si lo reconocemos como nuestro Salvador y pedimos perdón por nuestros pecados. Usted no es la excepción.
Tiene razón que Dios espera que perdonemos como hemos sido perdonados. Pero el perdón no es un sentimiento; es un acto de nuestra voluntad. No es necesario que tenga deseos de hacerlo. Ni es necesario que siga escuchando las mentiras de su familia. El perdonarlos no quiere decir, en definitiva, que debe permitir que vivan con usted. Puede optar por perdonarlos, no porque lo merezcan sino porque es lo que más le conviene para su propia salud y su bienestar.
El abandonar la amargura y el resentimiento le permitirá sentir la paz y el contentamiento. Usted no es culpable de lo que sufrió ni de lo que sufrió su hija. Si puede dejar de echarse la culpa, le será más fácil tomar la decisión de perdonar a los demás.
Le deseamos lo mejor,
Linda
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1 Jn 3:16; Ro 5:8