Tengo veintisiete años. Me casé a los dieciséis. Tengo tres niños, y me siento desesperada porque después de once años de feliz matrimonio, ahora me siento frustrada. Mis planes eran seguir la universidad y ser doctora. Pienso que todavía estoy a tiempo de lograrlo y, aunque tengo un buen esposo respetuoso y fiel, y sé que me ama, él nunca me ha apoyado en las cosas que yo quiero.
Ahora me gustaría seguir la universidad, pero eso significaría escoger entre las dos cosas, porque tendría que salir de la ciudad y dejar a mi familia. Pero no pienso abandonarlos. Siento que al final el sacrificio será recompensado, porque me siento una mujer bendecida por Dios.
Tengo una amiga que me aconseja que lo más importante es uno, y alcanzar lo que uno desea en la vida. ¡Por favor, necesito ayuda! No sé qué hacer. Amo a mi familia, pero también el deseo de ser alguien importante ante la sociedad es muy fuerte.
Consejo
Estimada amiga:
Nos alegra que usted nos haya pedido consejo acerca de su dilema. La felicitamos por considerar a largo plazo todas las implicaciones posibles de esta decisión. En lugar de actuar de manera impulsiva como otras personas, usted no está haciendo solamente lo que le parece correcto ahora mismo sino que está tomando en cuenta las repercusiones que tendrán sus decisiones en el futuro.
¡Qué bien que usted sienta que es una mujer bendecida por Dios! Para muchas mujeres, el estar felizmente casada con un hombre bueno y fiel que la ama y la respeta sería un sueño hecho realidad. Y el tener tres hijos como bendición adicional basta para completar su sensación de bienestar.
¿Recuerda lo que sintió antes de casarse? Lo que más le importó fue ser la esposa de ese hombre y estar a su lado para siempre. En ese momento usted tomó una decisión que ya no puede cambiarse. Usted se comprometió con él en aquella ocasión, y ahora que han pasado once años no puede retirar su promesa.
Es cierto que sus estudios universitarios son importantes. Pero es también importante apoyar con amor a sus tres hijos, enseñándoles y dándoles ejemplo. Esos niños no merecen que usted los abandone o los relegue a un tercer lugar en su vida sólo porque se siente inquieta. Al quedar encinta y luego al dar a luz a cada uno, usted se comprometió tácitamente a amar, a criar y a guiar a esos hijos hasta que crecieran y fueran adultos. Es imposible hacer eso a distancia.
Con frecuencia recibimos casos como el suyo en que una familia se separa debido al trabajo, a la escuela o a problemas de inmigración. A tales parejas les instamos a que no hagan esto en detrimento de sí mismos y de sus hijos. Casi nunca da buenos resultados. Los cónyuges que no viven juntos son más propensos a separarse emocionalmente también. Poco a poco se van separando hasta dejar de vivir como esposos. No hay beneficio económico ni académico que compense la pérdida de ese ser querido al que uno prometió amar para siempre.
Usted dice que su amiga sostiene que lo que más importa en la vida es alcanzar lo que uno desea. Por curiosidad, ¿tiene esa amiga suya un matrimonio feliz e hijos hermosos a quienes criar y sostener? En cualquier caso, en definitiva ella no comprende el valor que tienen un esposo que la ama e hijos que se crían con una mamá que los apoya y los ama. Es más, los valores de ella son totalmente egoístas. A usted le convendría hacer oídos sordos a cualquier consejo que esa amiga le dé en el futuro.
Job, el patriarca bíblico, era un hombre que tenía amigos imprudentes. Ellos le dieron consejos durante los días más difíciles de su vida, pero él tuvo la sabiduría necesaria para no hacerles caso. Jamás debemos permitir que los amigos influyan en nosotros de tal modo que tomemos decisiones dudosas.
¿Cómo puede usted superar la frustración que siente? Haga una lista de todas sus bendiciones. Medite en esa lista todos los días. Y dele gracias a Dios por todo lo que le ha dado.
Ponga todo su empeño en formar un hogar maravilloso para sus hijos y su esposo. No hay título universitario alguno que usted pudiera obtener que se compare con el valor que tiene un hogar en el que hay amor, atención y paz.
Le deseamos lo mejor,
Linda y Carlos Rey