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Caso 833

Mi esposo y yo llevamos diez años de casados. Tenemos dos hijos, y durante todo ese tiempo él me ha agredido verbalmente. Yo al principio me dejaba. Creía que, al callar, él cambiaría.... Pero he llegado a tener pensamientos suicidas, y a sentir ansiedad y desesperación.... Hasta he sentido que odio a mi hija porque es idéntica a él... y la he agredido físicamente....

La última vez que hablamos, mi esposo me dijo que él así es, que no va a cambiar y que yo soy quien lo provocó.... Es un hombre trabajador. Asistimos a la iglesia, pero siento que él no se esfuerza valiéndose de la ayuda de Dios para cambiar. Prefiero morir antes de separarme de mi esposo y ver mi matrimonio destruido.

Consejo

Estimada amiga:

Lamentamos mucho las circunstancias extremadamente difíciles que está afrontando su familia. Usted nos da a entender que su esposo la ha agredido verbalmente y que usted ha agredido físicamente a su hija. Pero no sabemos si su esposo ha agredido físicamente a alguna persona, ni si usted ha agredido verbalmente a alguien.

Todas las familias afrontan diversas dificultades, y ninguna de ellas está siempre de acuerdo. Pero ¿cuándo se convierte un desacuerdo en abuso verbal? Los insultos son el indicio más fácil de identificar que hay abuso, ya que son una manera de criticar y ultrajar en un intento por menospreciar y denigrar a la víctima con el fin de socavar su autoestima y su confianza en sí misma.

El hacer amenazas, intimidando a la víctima con el chantaje de maltratarla o abandonarla, es otra forma de abuso verbal que es sumamente destructiva. Otras formas de manipulación verbal incluyen el sarcasmo, la burla, la humillación y los gritos. Además del abuso verbal, el agresor dominante puede tratar de aislar de otras personas a su víctima, o tratar de hacer que crea que es mentalmente inestable.

No es saludable para ninguno de ustedes tener que vivir en un ambiente donde hay abuso físico y verbal. Usted admite que ha contemplado el suicidio y que se ha sentido ansiosa y desesperada, y es posible que otros miembros de la familia estén sintiendo lo mismo. Le rogamos que no espere hasta que ocurra una tragedia para afrontar esta situación con la mayor seriedad posible.

Le recomendamos encarecidamente que usted y su esposo acudan a un consejero profesional. Si tienen seguro médico, es posible que puedan costearlo a un precio reducido, pero creemos que deben darle prioridad a esa consejería aun si resulta costosa. La vida de cada uno de ustedes pudiera depender de ello. Sin embargo, consigan referencias y lean evaluaciones por Internet para asegurarse de que el consejero que elijan no esté opuesto a la fe que ustedes profesan.

Al parecer, el asistir a la iglesia no ha marcado ninguna diferencia en la vida de ustedes, pero sí indica que los dos le guardan respeto a Dios y a su Palabra. El apóstol Pablo nos enseñó que no digamos nada grosero ni ofensivo, sino sólo palabras buenas que ayuden a los demás según la necesidad del momento.1 Esa enseñanza implica que los que abusan de otros verbalmente están pecando contra Dios. La asistencia a una iglesia, aun cuando sea con regularidad, no quita el pecado ni la culpa. Dios no perdona el pecado a no ser que la persona que le pide perdón esté verdaderamente arrepentida y quiera cambiar.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 Ef 4:29

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