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Caso 831

Mi hijo de treinta y seis años entró a la academia de policía, y les pidió a mis otros hijos que no me lo contaran. Yo lo supe por mis nietas....

Hoy fue su graduación, y quería que le dijera por qué nunca le he preguntado nada sobre su trabajo. Yo le respondí que no sabía que él estaba en la academia. Él me contestó que la razón es que yo nunca le pregunto cómo le va en su trabajo.

No tenemos mucha comunicación. Me habla para que le cuide a sus hijos.... Él me dijo que sus compañeros sí saben de su trabajo y de las cosas que le gustan, y yo le respondí que es porque a ellos les platica, pero a mí no me cuenta nada.

Consejo

Estimada amiga:

Usted y su hijo están enfrascados en una lucha de poder. Tanto usted como él creen que han sido agraviados.

A los padres, muchos de los cuales sacrifican sus propios deseos por años a fin de darles prioridad a sus hijos, les puede resultar muy difícil aceptar el hecho de que el hijo ha llegado a ser adulto. Ya no se les necesita del mismo modo, y pueden sentirse dejados de lado y desatendidos.

Sin embargo, es normal que un hijo adulto procure independizarse durante sus primeros años como adulto. Por lo general, los padres que se sienten amenazados por eso y responden a la defensiva o de manera conflictiva causan que el hijo adulto se enoje y se distancie. Ese es el comienzo de un círculo vicioso que puede durar muchos años.

La relación se convierte en un patrón de conducta en que una expectativa tras otra no se cumplen. En el caso suyo, su hijo tiene la expectativa de que usted lo apoye en su progreso hacia la edad adulta, mientras que usted tiene la expectativa de que él pida y valore sus consejos. A su hijo lo ofende que usted no parece querer alentarlo, y a usted la ofende que su hijo ya no parece valorarla.

La dinámica negativa se extendió cuando su hijo les dijo a los hermanos que no le contaran a usted, sino que lo mantuvieran en secreto. Y después de enterarse por medio de sus nietas, usted mintió y le dijo a su hijo que no usted no lo sabía. Tanto usted como su hijo están procurando superar al otro para obtener el «premio» de quién ha recibido el peor trato.

No se trata de determinar si es correcto o incorrecto, sino de si es saludable o si es disfuncional. Usted tiene que decidir qué es lo que más quiere. ¿Quiere continuar esta lucha de poder con el fin de tener la razón, o quiere disfrutar de una sana relación y comunicación con su hijo?

Las luchas de poder ocurren a causa del orgullo. Tanto usted como su hijo son demasiado orgullosos como para dejar que el otro salga ganando. Le recomendamos que acate el siguiente consejo del apóstol Pablo: «No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás.»1

La humildad, que es lo opuesto al orgullo, significa tener en más alta estima los sentimientos de su hijo que los suyos propios. Significa arriesgarse a amarlo plenamente aun cuando sienta que él no le está correspondiendo ese amor. Significa comenzar sus conversaciones hablando acerca de la vida de él, sin que importe si él nunca llegue a preguntarle acerca de la vida suya. Y, por último, significa ceder en esa lucha de poder, sabiendo que usted ha ganado lo más importante.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 Fil 2:3-4 (NVI)

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