Tengo cuarenta y cinco años y siento que mi vida se me ha ido de las manos. Tal vez este no sea el tema que esperan les cuente; sólo sé que necesito sacar este vacío que llevo dentro.
No siento ganas de vivir. He visto la muerte como una salida. Le pido a Dios que tenga misericordia de mí, que entre en mi corazón, y nada pasa...
Por favor, díganme qué puedo hacer. A veces siento que llego al límite.
Consejo
Estimada amiga:
Uno de los hombres más sabios de la historia se sintió igual que usted. En medio de su desilusión, al reflexionar sobre lo vacía que puede ser la vida, dijo: «Y consideré más felices a los que ya han muerto que a los que aún viven.» 1 A pesar de que este sabio escritor tuvo todas las riquezas y las oportunidades posibles, éstas no le bastaron para llenar su vacío interior. El libro de Eclesiastés es la historia de su búsqueda del sentido de la vida, y le recomendamos que lo lea a fin de que comprenda cuánto se parecen el peregrinaje de él y el suyo.
El Maestro de Eclesiastés experimentó placeres sensuales, tuvo posesiones materiales y alcanzó grandes logros en su búsqueda de satisfacción. Vivió alejado de Dios durante muchos años mientras probaba todo lo que el mundo le ofrecía. Pero en el ocaso de su vida, llegó finalmente a comprender cómo se halla el camino a la felicidad. «Nada hay mejor para el hombre que comer y beber, y llegar a disfrutar de sus afanes —concluyó—. He visto que también esto proviene de Dios, porque ¿quién puede comer y alegrarse, si no es por Dios?» 2 Con esto el Maestro reconoció que sin una relación con Dios, no hay ninguna actividad humana que satisfaga, ni siquiera el comer y el beber. Luego reveló el secreto de cómo hallar la verdadera felicidad. «En realidad, Dios da sabiduría, conocimientos y alegría a quien es de su agrado —afirmó—; en cambio, al pecador le impone la tarea de acumular más y más, para luego dárselo todo a quien es de su agrado.» 3
El Maestro halló el sentido de la vida y la felicidad sólo en el marco de una relación constante con Dios. Descubrió que la manera de agradar a Dios es incluirlo en sus actividades diarias. ¿Acaso no queremos todos que alguien a quien amamos participe de nuestras actividades? Al hablar con Dios mediante la oración y escuchar su voz mediante la lectura de la Biblia, aprendemos más acerca de Él y de cómo agradarle. Y a medida que le agradamos, Él nos da la felicidad y ese sentido de la vida que buscamos con anhelo.
Al terminar el libro de Eclesiastés, el Maestro lo resumió todo en estas palabras: «El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre.» 4 Es cierto que el camino para llegar a conocer a Dios comienza con una oración en la que usted le pide que entre en su corazón, pero ahí no termina todo. Usted debe reconocer su santidad divina y seguir sus mandamientos todos los días. Sólo así logrará que se llene ese vacío que siente. Solo así sentirá que vale la pena vivir.
También le animamos a que busque a una persona que ya tenga paz con Dios, y permita que esa persona le ayude en esta nueva etapa de su vida en la que cultiva una relación íntima con Dios.
Aprendamos del Maestro de Eclesiastés,
Carlos Rey y su esposa Linda
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1 Ec 4:2
2 Ec 2:24‑25
3 Ec 2:26
4 Ec 12:13